El proyecto de la mezquita de Torrent sigue adelante pese a las protestas vecinales

Las Provincias, MARINA COSTA | TORRENT., 02-10-2010

Los vecinos del barrio Nicolás Andreu de Torrent no hablan de otra cosa. La reubicación de la mezquita en un local de unos mil metros cuadrados de la calle San Ernesto para evitar que los fieles tengan que rezar en la calle por falta de espacio, ha contentado a unos y soliviantado a otros. Pese al rechazo inicial, las obras en el nuevo recinto religioso continuarán conforme a lo previsto.

«Es que nosotros no tenemos otro sitio. Necesitábamos un lugar amplio y diáfano y que el alquiler no fuera muy caro porque de momento estamos pagando dos locales. Hemos tardado cinco años en encontrar un lugar en condiciones y lo único que pensábamos es que iba a ser para mejor», explica Zine El Abidine, presidente del Centro Islámico de Torrent.

La polémica abierta por la crítica respuesta vecinal a este cambio de ubicación «nos ha sorprendido bastante, la verdad. Lo hemos hecho para mejor, no queríamos molestar a nadie y por eso elegimos un local más grande. No va a venir más gente que la que éramos antes, sólo que ahora ya no tendremos que ocupar la calle», asevera Abdelmalek, miembro del centro islámico que ayer revisaba los trabajos en el nuevo recinto. «Vamos a insonorizar el local y hacerlo ignífugo y haremos también una aula para que la gente que quiera pueda venir a conocernos».

No obstante, la entidad asegura que está dispuesta a reunirse con vecinos y Ayuntamiento «y llegar a un acuerdo entre todos» por lo que la semana próxima se celebrará una nueva reunión.

Mientras, el barrio sigue dividido. Unos vecinos recogen firmas contra la instalación, otros se muestran indiferentes con el asunto y la mayoría alega que el problema es la elección del lugar.

«Es una calle muy estrecha y con aceras muy pequeñas y problemas de aparcamiento y cuando lleguen 200 personas o más a rezar no podremos ni pasar. Al lado hay un colegio y en hora punta esto puede ser un desastre. Lo mejor es que se fueran a un polígono», apunta una vecina.

En la asociación donde la asamblea del pasado jueves acabó con múltiples quejas y gritos en contra, la mayoría de miembros prefiere no pronunciarse aunque algunos hablan de «malestar, preocupación y una cierta psicosis».

«Yo he sido inmigrante, me fui a Alemania y creo que hay que hablar las cosas y recuperar la cordura. Esperaremos a que se calmen los ánimos para volver a reunirnos», apuntaba Miguel, miembro de la entidad. «No es cuestión de racismo pero preferimos que se marchen a las afueras», resaltaba un compañero. El Ayuntamiento mantiene que actuará de mediador entre todas las partes y que la actividad y las obras que se van a realizar «cumplen con la legalidad y con todos los permisos».

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