Sarkozy destapa lo peor de la UE

El Correo, FERNANDO PESCADOR CORRESPONSAL, 19-09-2010

Esta semana las dos instituciones más importantes de la Unión Europea – Comisión y Consejo – han vivido un enfrentamiento absolutamente insólito en la historia de este último medio siglo. La parsimonia con la que la que el Ejecutivo comunitario observaba el desmantelamiento de campamentos ilegales y las expulsiones de gitanos de territorio francés se quebró el martes cuando la comisaria Viviane Reding, responsable de Justicia, acudió a la sala de prensa de la Comisión para declarar que «estaba harta», que lo que pasaba en territorio galo con los gitanos podía ser objeto de un expediente de infracción – que instruiría implacablemente en dos semanas, si París no daba las explicaciones oportunas – y que las expulsiones en curso le hacían recordar prácticas que creía proscritas en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Reding reaccionaba a informaciones aparecidas en la prensa francesa según las cuales una circular del Ministerio del Interior galo emitida el 5 de agosto priorizaba las actuaciones de la Gendarmería contra los asentamientos ilegales, poniendo a los gitanos en primer lugar. Esa instrucción contradecía la defensa de París en Bruselas ante las acusaciones por estos hechos, basada en el principio de no discriminación y en la autorización judicial para todo desmantelamiento de asentamientos ilegales.

En el singular reparto de poderes de las instituciones comunitarias, a la Comisión le corresponde uno especialmente relevante: proponer acciones legislativas o tomar resoluciones administrativas que, en caso de verse incumplidas, pueden terminar ante la Justicia comunitaria. Gobernada por José Manuel Durào Barroso, un miembro del Partido Popular Europeo como Sarkozy, se había puesto de perfil en este asunto de los gitanos, potencialmente grave, evitando la confrontación directa con Francia. Soportaba incluso chanzas hirientes y humillaciones de determinados sectores del Parlamento Europeo – toda la izquierda y los liberales – que le reprochaban su pasividad.

Excesos

El papel del Parlamento Europeo en esta polémica no es menor: toda institución, comunitaria o no, tiene unas competencias estatuidas reglamentariamente. Entre las atribuidas a la Eurocámara no está la de enjuiciar políticas nacionales como la de Francia con los asentamientos ilegales, pero sus señorías tienen la costumbre de permitirse excesos notables en el ejercicio de sus atribuciones, a través de instrumentos jurídicamente irrelevantes, pero políticamente letales, como la Comisión de Peticiones o los informes de Iniciativa. A través de estos últimos, los eurodiputados pueden opinar sobre lo que se les antoje, sin que jurídicamente se derive consecuencia. Otra cosa son los efectos políticos de sus debates, que, en este asunto de los gitanos, han sido mayúsculos.

Hay que hacer notar que la zarabanda parlamentaria sobre las expulsiones ha estado protagonizada por antagonistas políticos directos de Sarkozy – como Daniel Cohn – Bendit – y otros indirectos – como los socialistas europeos – , que han prestado una ayuda ciertamente no menor a la deslavazada estrategia de la oposición francesa contra el inquilino del Elíseo.

La reacción de Reding, desmesurada sin duda, hay que encajarla en ese escenario: el de una mujer de principios humillada y ridiculizada en la Eurocámara, que se entera por la prensa de que una circular del Ministerio del Interior que se le había ocultado echaba por tierra la defensa que París había presentado ante ella sobre su política de expulsiones. «Ese Gobierno que dice unas cosas en Bruselas y que en París hace otras», afirmó. En la cumbre del jueves, Sarkozy dijo que esa circular había sido «un error» y que había sido invalidada.

A los políticos se les puede exigir prudencia en el uso de la palabra. A Reding desde luego, pero también a Sarkozy. El francés, que tiene dicho que cuando tira, tira a matar, le respondió a la comisaria luxemburguesa como acostumbra: arrasando. Y la cumbre, que Van Rompuy había convocado para afirmar la voz de la UE en este mundo nuevo de la globalización, terminó enfangada en una disputa sobre los derechos de las minorías itinerantes que es tan vieja como el propio continente. Todo un síntoma.

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