Sarkozy lee a Cervantes

El Mundo, A DIESTRA Y SINIESTRA DAVID TORRES, 17-09-2010

TODAS las comparaciones son odiosas. Comparar a Sarkozy con Hitler por las deportaciones en masa de gitanos está feo. Feo para Hitler, que nunca ocultó el asco que le daban ciertas minorías raciales y que dejó justificado por escrito. Sarkozy, en cambio, ha iniciado una limpieza étnica para distraer la atención de la lamentable situación de su partido.

En efecto, la circular del Ministerio del Interior francés del 5 de agosto no se distingue gran cosa de las primeras directivas de los nazis contra los judíos. Habla de expulsar a los gitanos por ser gitanos, no de individuos fuera de la ley. A los judíos del Tercer Reich se los consideraba nocivos en bloque más o menos por la mismas razones que a los gitanos de los carromatos franceses: porque se revuelcan en la miseria, porque viven en las cloacas, porque son carne de presidio. Pero tanto Hitler como Sarkozy se alimentan no sólo de prejuicios ancestrales y de la xenofobia consustancial al ser humano sino también de brochazos de la más alta cultura europea. Por ejemplo, no hay más que leer la descripción de Shylock en El mercader de Venecia (salvando el famoso parlamento que todo el mundo cita) para saber la opinión que tenía Shakespeare de los judíos. Y Cervantes abre las Novelas ejemplares con esta ráfaga espeluznante que podrían haber firmado Sarkozy a dúo con su ministro de limpieza: «Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian con ladrones, etc.»

Siempre hemos pensado que el nazismo fue una aberración, una verruga en la historia de Europa, pero en verdad Auschwitz y Treblinka empezaron con un edicto de Isabel la Católica, con un pogromo zarista, con el linchamiento de un judío en las afueras de París. El historiador Raoul Hilberg ha razonado sin vuelta de hoja que el Holocausto no fue más que la consecuencia lógica de una persecución de siglos, un silogismo de tres pasos que empezó cuando los sacerdotes católicos proclamaron la conversión obligatoria: «No podéis vivir entre nosotros como judíos». En la Edad Media, las monarquías europeas mordisquearon la frase con el exilio: «No podéis vivir entre nosotros». Los nazis la recortaron hasta la Solución Final: «No podéis vivir».

Europa es un paquidermo en equilibrio sobre una moneda de canto, un mamut sanguinario que oculta bajo la trompa un pasado trufado de guerras, genocidios y cruzadas religiosas. Como judíos ya no quedan, los cristianos nos dedicamos más a los gitanos y los moros. A unos los echamos a patadas de todas partes, a otros los masacramos a miles en Srebrenica. Quizá habría que leer mejor a los clásicos.

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