El riesgo de escisión amenaza a la Unión Cristianodemócrata de Alemania (CDU). Eso al menos se desprende del conato de rebelión protagonizado el pasado fin de semana por parte del ala más conservadora de la formación que dirige desde hace una década la canciller Angela Merkel. Al parecer, el grupo descontento desconfía de la forma como lidera el partido la jefa de Gobierno germano, a la que acusa de inclinarse hacia posiciones más progresistas.

La manera de abordar el ‘caso Sarrazin’ ha servido, también, para alimentar el malestar de la rama contestataria. Su cabeza visible, la diputada y presidenta de la influyente Unión de Expulsados de los territorios perdidos por Alemania en la II Guerra Mundial, Erika Steinbach, manifestó que la CDU se había equivocado al condenar el libro escrito por el ya ex consejero del Bundesbank en el que arremete contra los inmigrantes turcos y árabes «por abusar del sistema social germano».

Las tesis que defiende Sarrazin en su obra ‘Alemania se desintegra’ es apoyada por una mayoría de la población germana. Pero eso no es todo. Según una encuesta reciente, el 18% de los electores votarían por una formación política dirigida por el ex banquero. Steinbach criticó además a Merkel por aislar al ala conservadora y acercar peligrosamente al partido a ideas que defienden las formaciones de izquierda.

«Si alguien con carisma se decide a fundar un nuevo partido con un carácter realmente conservador, fácilmente podría superar la barrera del 5%», señaló la diputada que se sintió censurada y excluida por la dirección de la CDU después de asegurar que el Ejército polaco se había movilizado seis meses antes de la invasión nazi, en septiembre de 1939, un comentario que sugería que Varsovia había provocado a Hitler para que invadiera el país.

Las declaraciones de Steinbach, quien dirige una organización que representa a unos 12,5 millones de alemanes que huyeron de Silesia y Prusia Oriental, actualmente territorios polacos, y fueron expulsados de los Sudetes, han echado más leña al fuego del descontento de un amplio sector de la CDU y se observan como una bofetada a la canciller, quien se ha visto obligada a señalar que no tiene intención de cambiar de rumbo político.

Aliarse con la izquierda

Steinbach anunció, en el marco de una más que tensa reunión a puerta cerrada en la sede de la formación democristiana, que dimitiría de la dirección, a la que acusó de cometer el error de aliarse con la extrema izquierda en el tema de la inmigración. «Si miro a mi alrededor en Europa puedo ver que los ciudadanos de muchos países están buscando alternativas a los partidos democristianos», apuntó la diputada, cuyas críticas han desatado un debate interno en el seno de la CDU y también en las filas de su aliado de Baviera, la CSU, que teme que la historia vuelva a repetirse.

Y es que en noviembre de 1983, Franz Schönhuber, un famoso periodista bávaro y ex miembro de las SS nazis, fundó junto con varios miembros desilusionados de la CSU, el Partido los Republicanos, una organización de ultraderecha que cosechó éxitos importantes en los comicios de Berlín, Baden Wüttemberg y en una elección europea. Pero la formación perdió fuerza cuando su líder se identificó con las tesis de grupos neonazis. En el momento de su fallecimiento, en 1985, Schönhuber estaba completamente desprestigiado y no contaba ya con apoyo popular.

De cualquier forma, la creación de un nuevo partido, más a la derecha de la CDU, podría causar estragos en las filas democristianas. Según Klaus – Peter Schöppner, director del instituto demoscópico Emnid, una escindida formación se calcula que tendría opciones de contar con el apoyo estable de un 20% del electorado alemán y convertirse en una fuerza temible si logra contar con personajes prominentes, como Thilo Sarrazin, Roland Koch o el ex candidato a la presidencia del país, Joachim Gauck.

«La creación de este partido flota en el aire y la tierra esta abonada para que eche raíces», manifestó Schöppner.