Tiempo de gitanos

La Vanguardia, Joana Bonet , 13-09-2010

Cuando las ocho gitanas de El Vacie, el asentamiento chabolista más antiguo de Europa, vinieron la pasada primavera a Madrid para interpretar La casa de Bernarda Alba en el Español, tuvieron algunos pequeños problemas. Lo de siempre, ya saben. Los taxis pasaban de largo. En las tiendas las despachaban con un mohín mientras la gente se cambiaba el bolso de lado. La directora del montaje, Pepa Gamboa, explicaba cómo el asunto llegó a extremos delirantes: “Un par de seguratas no las querían dejar pasar a una fiesta en la que ellas eran el centro de atención; iban a recoger un premio promovido por el ministerio”. Una situación delicada: ocho mujeres analfabetas que lograron memorizar el libreto de Lorca e interpretarlo doblando emociones eran excluidas de la fila de invitados como si anduvieran vendiendo romero. Denunciaron esa discriminación ante Aído. “Sólo sueño con tener una casa en la que no entren ni las ratas ni la lluvia”, confesaba Rocío Montero, una de las actrices debutantes, a los periodistas. Cinco siglos soñando con una casa, bregando contra la sangre nómada.

Carromatos y chatarra. Esa imagen que guardamos de la infancia, cuando llegaba el buen tiempo, tal vez idealizada por los campamentos que pintaba Van Gogh en Arlés, con sus carros de paja amarilla y sus hermosos caballos blancos. Aquí era diferente, a los niños cuando nos portábamos mal nos decían que nos mandarían con los gitanos, esos que intentaban los más diversos trueques y que pedían limosna con media teta fuera y el crío agarrado al pecho mientras los vecinos vigilaban sus corrales.

En España siempre ha habido una categoría aparte para los gitanos artistas: desde el embrujo de Carmen Amaya, friendo sardinas en su hornillo en el Waldorf Astoria, hasta el admirado Tío Palò cantando El garrotín con Peret. Esos nunca fueron el problema. Con un cuarterón, cuchichis o quinquilleros, los gitanos españoles son los más integrados de Europa, a pesar de que el 70% de los mayores de 15 años sean analfabetos, y de que muchos insistan en regirse por sus propias leyes, bodas, hímenes y viudas de negro. Mientras el ahora filántropo George Soros aplaudía el modelo español y la UE aprobaba un plan para romper el cliché de los doce millones de romaníes que viven en Europa, en París se gestaba otro plan más renove consistente en deportar y denigrar con una limosna de 300 euros a mil gitanos apátridas. Dicen que Kouchner pensó en dimitir, pero ahí está, junto a Sarkozy (cuyo ex suegro Ciganer fue un zíngaro moldavo apátrida), inamovible a pesar del rechazo de Europa. Sus colegas de Bruselas señalan que Francia traslada el problema al resto de la UE. Pero la cuestión de fondo es que Sarkozy ha aumentado dos puntos su depauperada popularidad y que la extrema derecha se relame ante su buena ración de brazo de gitano.

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