No es un programa para los inmigrantes, es un proyecto para mejorar la convivencia y por lo tanto va destinado a toda la población de aquellos barrios en los que intuimos que hay situaciones complejas". Jaume Lanaspa, el director general de la obra social de La Caixa, presentó ayer el proyecto de intervención comunitaria intercultural, al que vaa destinar en el primer año tres millones de euros.

La iniciativa se desarrollará en 17 barrios de toda España. De punta a punta, desde Salt, en Girona, hasta el barrio de San Bartolomé, en Canarias. Tres barrios de Barcelona y tres de Madrid se beneficiarán de estas ayudas.

“La idea es fomentar la convivencia allá donde hoy hay sólo coexistencia”, explica Carlos Giménez, el catedrático de Antropología de la Universidad Autónoma de Madrid que dirige el comité científico de la experiencia.

La distinción semántica es importante: la coexistencia es la existencia de personas en el mismo lugar y al mismo tiempo. La convivencia describe la vida en compañía de otros. Aplicado al uso concreto de una plaza pública o a una escuela de barrio, la distinción da mucho de sí.

El programa se propone utilizar las redes sociales que ya existen en los barrios. Es decir, la idea es aprovechar los recursos que el propio tejido social ha creado para fomentar la cooperación para la resolución de problemas en el barrio con especial hincapié en dos aspectos como la salud y la educación.

Hay algo de antiguo en la idea que ahora recupera la obra social de La Caixa. En los años setenta las asociaciones de vecinos tuvieron en muchos barrios un papel parecido. La pugna para lograr el ambulatorio o para convencer al ayuntamiento de que construyera la primera plaza con bancos y árboles generó un tejido social cohesionador, “una identidad colectiva”, sugiere Marina, la responsable del programa en el barrio de el Raval de Barcelona. Ahora, la filosofía es la misma, se trata de que las mejoras que se obtengan generen convivencia allá donde ahora hay mera coexistencia.

De hecho, el programa va a utilizar las propias organizaciones que ya trabajan en el territorio incluso para la dirección de las respectivas estrategias. Marina, pertenece a Tot Raval. El programa que se desarrollará en Salt será dirigido por Lluís, que trabaja en el Casal del Infants. Todas las organizaciones, los objetivos y los resultados obtenidos se someterán a una programa de evaluación.

“Desde mi punto de vista, la idea más innovadora de este programa – explica Lluís-es el enfoque: nuestro proyecto se basa en la idea de ciudadanía y en la participación para el bien común que permita crear relaciones entre personas distintas y en ocasiones hostiles entre sí”.

El programa de la obra social cuenta con el apoyo de de la Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración que dirige la catalana Ana Terrón, quien ayer, en la presentación del programa en Barcelona, abundó en la filosofía del proyecto: “Hemos de pasar de la gestión de los flujos de inmigrantes y las estrategias de acogida a la gestión de la inmigración con una visión distinta: hoy el mundo es global y la gente se desplaza de un lugar a otro en busca de oportunidades”.

La crisis ha puesto en evidencia que la inmigración no es un fenómeno coyuntural derivado de los 15 años de crecimiento de la economía española. El severo deterioro del mercado de trabajo no ha acarreado un huida masiva de quienes llegaron en estos años. Según las estimaciones de la propia Secretaría de Estado, entre los programas de ayuda al retorno y la vuelta organizada y financiada por cuenta propia, cada mes no habrían regresado más de tres mil personas. una cifra irrisoria para el actual número de extranjeros. En suma, los cambios que ha generado la inmigración en Catalunya y España son para siempre.

Pero la estabilidad de este nuevo paisaje mutante no significa que nada vaya a ser fácil. El profesor Carlos González vaticina que vienen tiempos difíciles para la convivencia en los barrios.