Incendios y alquileres

Diario Sur, JUAN BAS, 08-09-2010

La semana pasada hubo cinco incendios en Bilbao. Pese a que algunos crean lo contrario, esto no es Nueva York; son muchos. Uno de esos incendios fue en el Casco Viejo de la ciudad. Ardió un último piso de una casa y se corrió el peligro de que el fuego se extendiera a los edificios vecinos. Afortunadamente, no hubo víctimas. Recuerdo que hace veinte años le pregunté a un bombero de Bilbao qué sucedería ante un gran incendio en el Casco Viejo. Me respondió con pragmático laconismo que ardería todo el barrio y que se darían con un canto en los dientes si lograban pararlo antes de Santutxu – un gran barrio que es el siguiente al Casco Viejo y está en un alto – . Los vecinos del Casco Viejo siempre hemos sido conscientes del peligro de un incendio aquí y lo tememos. Muchas casas antiguas, con abundante madera y muy juntas.

El incendio del Casco Viejo de la semana pasada afectó a un piso alquilado por una familia de inmigrantes. Parece que la causa fue la instalación eléctrica, pero no he llegado a saber si se debió a un sobrecargado uso de esa instalación o si ésta se encontraba en malas condiciones. He oído ambas versiones.

No sé si se hace – pero sí creo que se debería hacer – una inspección por parte del Ayuntamiento de los pisos que se arriendan para evaluar si reúnen las condiciones de salubridad y de seguridad para que la gente los habite. En un caso de éstos, si el incendio se produce por una irresponsabilidad del arrendador, no sólo se pone en riesgo a los inquilinos – que ya es suficiente mal – sino a todos los habitantes de un populoso barrio.

Se cometen variados abusos y mezquindades con las condiciones de vida que se brindan a los inmigrantes. Están muchos de ellos como de prestado, no se atreven a protestar y es fácil que un desaprensivo les time o abuse de su precaria situación. Por no hablar de los extremos: los hacinamientos de los llamados pisos patera o cuando directamente el casero o la inmobiliaria se niegan al arrendamiento cuando descubren que son extranjeros inmigrantes. Les recomiendo ver, a cuenta de estos asuntos, una excelente y lúgubre película belga de 1996, dirigida por los hermanos Dardenne, que se titula ‘La promesa’.

No se me oculta que muchas veces estos controles son muy difíciles de llevar a la práctica porque los alquileres son secretos e ilegales. Sólo queda al final apelar no ya a un sentido de la ética, sino del mero respeto humano y la mínima empatía. El que debe servir de freno para no lucrarse de las víctimas del desamparo, la desgracia o la persecución, aprovechándose de su necesidad para ejercer la usura, el abuso o la explotación. Es uno de los crímenes más repugnantes. Todos podemos llegar a ser emigrantes, exiliados o refugiados. Y nadie es en definitiva dueño absoluto y excluyente ni siquiera de la superficie de asfalto que ocupan las suelas de sus zapatos.

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