Historia de un secuestro en África

"La caravana tuvo suerte"

El mediador en la liberación de los catalanes relata que Al-Qaeda planeaba matar cooperantes.

El Periodico, BEATRIZ MESA / Uagadugú / Enviada especial, 28-08-2010

«Uno, no se puede matar a los españoles; dos, no se enviarán pruebas de vida a los medios de comunicación; tres, no se dará ningún ultimátum, y cuatro, los rehenes deben poder llamar a sus familias de vez en cuando». Estas son las cuatro condiciones que Mustafa Chafi impuso a la célula de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) dirigida por Mojtar Belmojtar, alias el Tuerto, para empezar a negociar la liberación de los voluntarios catalanes Alicia Gámez, Albert Vilalta y Roque Pascual, secuestrados el 29 de noviembre en Mauritania cuando viajaban en una caravana de la oenegé Barcelona Acció Solidària (BAS). El mauritano Chafi, consejero del presidente de Burkina Faso, Blaise Compaoré, fue el mediador elegido por las dos partes para buscar un acuerdo que permitiera la puesta en libertad de los cooperantes. Le avalaba su exitosa gestión en el rescate, en abril del 2009, de dos diplomáticos canadienses secuestrados también por el grupo liderado por Belmojtar.

El Tuerto aceptó todas las condiciones de Chafi. Y no solo eso. También accedió a la pretensión del negociador de ver a los rehenes, algo completamente inusual en los secuestros de estas características. Eso ocurrió aproximadamente un mes después de que Gámez, Pascual y Vilalta fueran apresados por los terroristas en una acción que, según relata Chafi, pudo acabar en un verdadero baño de sangre. «La caravana tuvo una suerte terrible, porque AQMI quería matar a casi todos los miembros de la expedición. Pretendía interceptar el último vehículo del convoy, apresar a un número indeterminado de rehenes y adelantar a la caravana disparando a los ocupantes de los otros vehículos».

Por fortuna, dos sucesos inesperados desbarataron tan siniestros planes. El primero fue la aparición, en sentido contrario, de un camión con matrícula marroquí. Y el segundo, y más determinante, fue la

reacción de Vilalta. «Albert no quiso descender del vehículo, como le ordenaban, sino que cogió la radio e intentó alertar a la caravana – explica el mediador – . Por eso le dispararon y le hirieron en el tobillo, en la rodilla y en la pierna. Pero su llamada de alerta fue decisiva para abortar una masacre, porque hizo que los terroristas temieran una respuesta por parte de algunos miembros de la expedición y optaron por huir rápidamente con los rehenes».

Según la información de que dispone Chafi, el comando de AQMI que llevó a cabo la operación estaba formado por cuatro o cinco hombres, dos de los cuales eran mauritanos, y otro, maliense. No les resultó difícil conocer el itinerario del convoy de la oenegé catalana. En Mauritania, refiere el negociador, hay al menos unas 300 personas vinculadas a AQMI que «circulan libremente» y controlan los movimientos de los occidentales en el país.

HACIA EL BÚNKER / Una vez consumado el rapto, los terroristas huyeron hacia Malí, guiados por Omar Saharaui, el activista que fue detenido y condenado a 12 años de prisión y cuya excarcelación facilitó la liberación de Vilalta y Pascual. Viajaron durante toda la noche y se abastecieron con el carburante y los alimentos que las células de Al Qaeda tienen distribuidos por el territorio, enterrados en el desierto. También las armas están enterradas bajo la arena. Los cooperantes fueron trasladados a un búnker en el Sahel. Allí transcurrieron los primeros meses de su largo cautiverio.

Poco después del asalto, Chafi empezó a recibir información sobre el secuestro. «A los dos días, yo ya sabía que uno de los catalanes estaba herido. El Gobierno español reclamó ayuda a todos los países del Sahel, y cuando su enviado especial llegó a Burkina Faso, mantuvimos una reunión y le expliqué lo que sabía. Fue entonces cuando me confirmaron que el responsable era Belmojtar. A partir de ahí, organizamos el primer viaje al bastión».

Las visitas del mediador al santuario de AQMI en el Sahel seguían siempre el mismo patrón. «Eran ellos los que llamaban, desde teléfonos diferentes, y daban las coordenadas para las citas, que solían tener lugar en la frontera entre Burkina Faso y Malí. Una vez allí, se encargaban del traslado hasta el punto del encuentro con Belmojtar». Los terroristas, dice Chafi, duermen durante el día a la sombra de los coches, y por la noche, «en el hotel de las mil estrellas». O sea, al raso.

MEDICINAS Y ALIMENTOS / En aquel primer viaje, el negociador llevaba consigo papel higiénico, zumos, galletas y muchos medicamentos que habían sido suministrados por el Ejecutivo español. «España envió enseguida un avión hasta arriba de medicamentos – recuerda – . Sin duda, el español ha sido el gobierno que mejor ha tratado a sus rehenes, a los que desde el primer día hizo llegar todo tipo de medicinas, ropa y alimentos». Aquellos primeros medicamentos sirvieron, entre otras cosas, para evitar que las heridas de Vilalta se infectaran. Además, a través de los secuestradores, Gámez hizo llegar a Chafi un papel con una serie de demandas de productos para su higiene personal.

Los rehenes comían lo mismo que sus captores: básicamente arroz, macarrones y harina. Y carne, aunque muy de vez en cuando. «Allí, en el desierto, no hay nada. No hay animales y los terroristas no están en contacto con la población para que les abastezcan. Tienen sacos de arroz, de pasta y de harina, y eso es lo que comen. Solo de forma excepcional pueden conseguir algo de cordero».

Había transcurrido algo más de un mes cuando Chafi recibió una inquietante noticia: Pascual padecía un problema cardiaco y estaba gravemente enfermo. Fue entonces cuando exigió ver a los rehenes. Finalmente, lo logró. Aquel fue, asegura, el momento más difícil para él. «Es muy duro ver a gente inocente injustamente detenida». Cierra los ojos y repite: «Muy duro».

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