Ejecutados por no unirse al narco

El único superviviente de la matanza de Los Zetas en Tamaulipas narra cómo murieron 72 emigrantes ilegales

ABC, MANUEL M. CASCANTE / CORRESPONSAL EN CIUDAD DE MÉXICO, 27-08-2010

Viajaban en busca del sueño americano y encontraron la muerte en un rancho de México. Los 72 emigrantes irregulares «fusilados» en el estado de Tamaulipas procedían de «Brasil, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala», dijo el único superviviente de la matanza. Transportaban en un camión sus ilusiones de una vida mejor en EE.UU. cuando fueron detenidos en la carretera por un comando armado: una banda de sicarios, Los Zetas, convertida en mafia del narcotráfico que hoy le disputa el control del crimen organizado en la región a sus antiguos patrones del cártel del Golfo.
Bloqueado el convoy por camionetas cruzadas sobre el asfalto, los ilegales son trasladados a San Fernando (el asalto se produjo cerca de Tampico), donde sus captores los torturan y les exigen dinero para poder continuar su camino. El narco ha diversificado sus actividades delictivas y, entre ellas, ya incluye el secuestro y extorsión de indocumentados; con frecuencia, los «espaldas mojadas» son retenidos en algún punto de su largo periplo mexicano y obligados a reclamar un rescate a sus familiares en Estados Unidos para comprar su liberación. Pero en el indefenso grupo (58 hombres y 14 mujeres; una de ellas, embarazada) nadie tenía con qué pagar, así que Los Zetas les ofrecieron trabajar para ellos. Como se negaron, los asesinaron a sangre fría.
Luis Lala Pomadilla, que a sus 18 años dejó en Ecuador a su joven esposa embarazada de cuatro meses, se recupera de heridas de bala en clavícula y rostro. El muchacho abandonó la comunidad campesina de Ger en junio pasado, tras pagar una fuerte suma de dinero a un «coyote» o «pollero» (traficante de personas). Desde entonces, sus familiares sólo recibieron una llamada suya desde Guatemala, para informarles de que se encontraba bien.
En su declaración, Luis reveló que a los indocumentados, «unas 75 personas, nos bajaron del camión con violencia para pedirnos dinero, pero nadie traía. Después nos ofrecieron trabajar para ellos. Dijeron que eran “zetas”, que nos pagarían mil dólares (800 euros) por quincena, pero no aceptamos y nos dispararon».
Un hombre al mando ordenó la matanza. Primero les vendaron los ojos y los ataron de pies y manos. Luego, les dispararon. Según fuentes militares, Lala sobrevivió al fingir que estaba muerto. La reconstrucción de los hechos indica que los emigrantes, entre los que había menores de edad, fueron colocados contra la pared de una bodega del rancho. Y, con la cabeza agachada, masacrados con armas de fuego de gran calibre. Por último, sus asesinos les asestaron uno por uno el tiro de gracia. Al joven ecuatoriano esta bala le habría entrado por el cuello y salido por la mandíbula.
Parece milagroso que, en tal estado, cubierto de sangre, pudiera recorrer los 22 kilómetros que lo separaban del puesto de control de la Armada. «Yo no vi lo que sucedió, sólo recuerdo que se escucharon lamentos y súplicas. Luego oí disparos y, cuando terminó todo y se fueron, me levanté, caminé y cuando vi una patrulla de la Marina le pedí ayuda y me trasladaron al hospital».
Tras la inicial incredulidad de los soldados, se produjo un operativo por tierra y aire que acabó con la vida de tres pistoleros y un militar, el descubrimiento del atroz asesinato en masa y la incautación de un importante arsenal.

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