Ese mundo nuestro

Montenegro: la ciudadanía, a 500.000 euros

Deia, Por Valentí Popescu, 14-08-2010

Montenegro ha marcado un hito, un hito bien extraño, en el mundo del comercio : por vez primera la ciudadanía se vende como los yates, los cochazos de lujo o los palacios. Desde esta semana uno puede hacerse ciudadano de esa pequeña y montañosa república balcánica (14,000 km2, 631.000 habitantes) a cambio de una inversión de medio millón de euros.

Oficialmente, ese “negocio” es presentado de forma muy decorosa. Quien esté dispuesto a invertir como mínimo 500.000 de euros en la República tiene derecho a adquirir la ciudadanía montenegrina “…siempre y cuando se trate de personas honorables, con una conducta intachable e intereses genuinamente económicos en el país…”

A la hora de la verdad solamente cuenta el medio millón de euros, ya que uno de los primeros capitalistas que se han beneficiado de esa nacionalización por inversión es un antiguo jefe de Gobierno tailandés – Thaksin Shinawatra – al que le busca la Justicia en su país de origen. La prensa montenegrina habla de que el millonario ruso residente en Gran Bretaña que lleva a cabo grandes negocios opacos, Roman Abramovich, también ha tanteado al Gobierno de Podgorica acerca de las perspectivas jurídico – fiscales que le brindaría Montenegro en el caso de una importante inversión de capital.

La medida montenegrina es evidentemente un acto de desesperación. La nación es sumamente pobre – el producto interior bruto por cabeza es de 3,300 $ anuales – vive fundamentalmente del turismo, muy afectado por la crisis global que está atravesando el mundo, de la minería – principalmente, aluminio – y el tabaco que está en declive en todo el mundo. Montenegro no forma parte de la Unión Europea y por sus dimensiones es un mercado minúsculo que está rodeado por las antiguas repúblicas federadas de la extinta Yugoslavia, Albania y Bulgaria, de forma que no atrae inversiones extranjeras ni como plataforma de producción ni como centro de distribución hacia unos Balcanes pauperísimos.

En estas condiciones, los gobernantes montenegrinos le han echado fantasía al problema y han aprovechado que el país ha firmado los “acuerdos de Schengen” que permiten la libre circulación sin visado por toda Europa comunitaria y le ha puesto precio a su ciudadanía. Quien necesite desplazarse por la Europa rica y teme no poder hacerlo a su antojo (mayormente, por el tipo de negocios que se trae entre manos) encuentra en el pasaporte montenegrino un costoso resquicio para poder circular libremente por la Unión Europea.

Además, como en el caso de tailandés Shinawatra, una inversión masiva en instalaciones turísticas del país puede resultar un buen negocio a medio plazo. Las costa dálmatas de Montenegro no tienen la fama y el atractivo de las croatas, pero ofrecen bellos parajes que se pueden poner en valor con una buena infraestructura y una promoción turística bien pensada.

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