dESPUÉS de meses de controversia y activismo, un juzgado del estado norteamericano de Arizona ha suspendido los artículos más polémicos de una severa ley sobre inmigración (de hispanos) que iba a entrar en vigor el jueves pasado, no por cuestiones de derechos humanos, sino porque la ley podía perjudicar a los ciudadanos norteamericanos. Conviene no olvidar el trasfondo electoralista del asunto: Obama tiene que contar con los millones de votos de la comunidad hispana.

Por el momento queda suspendida la ley que declaraba delito la inmigración ilegal o sin papeles, y permitía las actuaciones policiales que, como casi todas, entran dentro de la arbitrariedad y el abuso.

Y si traigo aquí esa noticia es por el peligro que entrañan los modos sociales y legales made in USA por su capacidad de contagio: la tortura sin ir más lejos.

Ley aplaudida aquí por ese sector de la población harta de inmigrantes, con o sin papeles, y ley atacada o silenciada por ese otro que hace de la permisividad total bandera porque se asimila a la defensa de los derechos humanos. Y ambos, en ese juego de hipocresías y doble lenguaje que, encima, no acaba nunca de salir del todo a la luz. Y una certeza, los hispanos van a seguir asaltando el paraíso terrenal con o sin ley Arizona de por medio, con o sin papeles y visados, víctimas o no de grupos de matones armados que imponen su ley, o de policías o soldados que harán lo mismo.