OPINIÓN | Zona Franca

Arizona, hora cero

El Mundo, Gina Montaner | Miami, 29-07-2010

Los emigrantes en Arizona pueden respirar tranquilos por ahora. Veinticuatro horas antes de que entrara en vigor la polémica ley SB1070, Bolton la ha bloquedo parcialmente, eliminando los capítulos más controvertidos que podrían dar pie a lo que se conoce como racial profiling o caracterización racial.

Se trata de una guerra entre el poder estatal y el federal que seguramente acabará dirimiéndose en el Supremo. Sin embargo, para muchos hispanos Arizona ya nunca será igual.

Hasta hace poco se trataba de un estado que evocaba al viajero paisajes agrestes, extrañas formaciones rocosas, la mancha verde del cactus Saguaro en medio de llanuras interminables. El eco inevitable de los westerns que vimos en las películas de sobremesa, cuando los vaqueros y los indios aún no soñaban que un día la batalla por la legitimidad y el territorio proseguiría bajo el nombre de SB1070.

Ahora quien pise Arizona sabe bien que la escaramuza que se libra ya ha provocado la desbandada entre miles de inmigrantes indocumentados. Como aves confundidas en temporada migratoria, han perdido la brújula que los llevaba hasta las cocinas de los restaurantes o los campos por sembrar, donde su esforzada y barata mano de obra es su único seguro de vida.

Es verdad que este rojizo y agrietado territorio es seco y la serpiente no tiene donde ocultarse bajo la luz que cae de plano, pero el trabajador sin papeles que logró pasar la frontera escapando de la pobreza del sur, ha hecho su cobijo temporal del paisaje foráneo y en otra lengua; las jornadas de sol a sol han valido la pena por las remesas que envían a sus familiares; por los hijos que les nacen con los derechos de un ciudadano con todas las de la ley; por la satisfacción que produce tener la certeza de que las generaciones venideras sí podrán contar que lo suyo fue el sueño americano.

Hasta el forastero más huérfano llega a sentirse en casa en su país de adopción. Y subido a las camionetas que van recogiendo braceros sufre el espejismo de percibirse como uno más entre los lugareños.
Una mayoría apoya la ley

Es el indio que se confunde con el vaquero y ya no distingue los matices de los colores ni las facciones exóticas, ajeno a la realidad: la mayoría de los estadounidenses apoya la ley SB1070 aunque, paradójicamente, están convencidos de que la medida no ayudará a disminuir la inmigración ilegal.

Creíamos que los westerns eran cosa de un pasado mítico y violento, pero hoy Arizona es el Far West y nadie confía en el otro. El mismo individuo que hasta ayer desmochó arbustos, limpió piscinas, plantó verduras orgánicas o sirvió en fondas, teme que algún día podría ser detenido sin tiempo para despedirse de sus hijos; chiquillos afortunados por haber nacido con la buenaventura del estatus legal, pero hoy con el miedo en el cuerpo si dividieran a la familia y a sus padres los expulsaran del paraíso donde tanto han faenado.

El más desfavorecido y que viene de fuera llega a olvidar que no hay nada más inquietante para la tribu que la presencia de quien es distinto y trae consigo costumbres que hacen temblar los cimientos de la uniformidad.

Los enemigos de los inmigrantes indocumentados claman por los empleos que les arrebatan, las camas de hospitales que les usurpan o los pupitres que ocupan en las escuelas.

Protestan con cara de mayorales airados y los jardineros, camareros, obreros y agricultores se han transformado en forajidos a los que quisieran desterrar al otro lado de la verja. Los minutemen, armados con pistolas y rifles, están dispuestos a tomar la bandera de esta reconquista.

Con la jueza Bolton ha llegado una tregua, pero son muchos los que en Arizona ya han hecho las maletas con premura para continuar la huida hacia delante en tierras menos inhóspitas. Así es el desierto. Implacable y duro.

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