Los agresores de los senegaleses, en la calle

El Correo, DAVID GONZÁLEZ / JUAN CARLOS BERDONCES, 17-07-2010

Los autores de la paliza a cuatro trabajadores senegaleses el miércoles en el polígono industrial de la localidad alavesa de Lantarón continúan en la calle. Libres y sin cargo alguno. Según ha podido saber EL CORREO, pese a recibir el correspondiente atestado policial con las declaraciones de tres de las víctimas y los informes de sus lesiones, la magistrada de guardia paralizó cualquier detención hasta que reciba el parte médico del cuarto agredido. Sólo entonces – desvelaron fuentes judiciales – se ordenarán, o no, los arrestos de los sospechosos. El presunto cabecilla es un ex compañero de trabajo de los inmigrantes africanos, despedido pocas horas antes del ataque por su «reiterado comportamiento xenófobo».

La titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Vitoria, que cubría el turno de guardia, frenó cualquier operativo policial. Fuentes del Palacio de Justicia explicaron que, debido al «enorme volumen de trabajo», optó por aparcar el asunto hasta tener toda la documentación posible. Y esto incluye la declaración y el informe clínico de la cuarta víctima. Es decir, de momento, al caso se le ha dado el mismo tratamiento que a una pelea callejera, que se despacha con un juicio rápido. «Jurídicamente, poco o nada puede reprocharse a la decisión de la jueza», tercia un veterano abogado alavés.

Como pronto, la hipotética orden judicial de detención de los presuntos agresores – al parecer amigos del principal sospechoso y residentes en una localidad cercana a Miranda de Ebro – se demorará hasta la próxima semana. ¿Por qué tanto tiempo? La cuarta víctima, S.T., de 34 años, abandonó en la tarde de ayer el hospital Santiago Apóstol de Miranda. Dejaba atrás 48 horas repartidas entre su ingreso en la UCI y su posterior traslado a planta con «traumatismo craneoencefálico y herida inciso contusa en el cuero cabelludo». El abogado de las víctimas, puesto a su disposición por la fábrica donde trabajan, desveló a este periódico que aguardará «hasta el lunes» para que su defendido declare ante la Ertzaintza y presente el informe de lesiones.

«Aún está muy débil y asustado», aclaró un familiar. Mientras tanto, los autores de la paliza siguen libres. Uno ya está «identificado», reveló ayer el consejero de Interior, Rodolfo Ares. Se trataría de J.S., el instigador del ataque.

«No creo que los agresores vayan a salir del país, pero vamos a impulsar la investigación para que se les identifique. No sólo depende de que nosotros actuemos, porque los hechos son suficientemente constitutivos de delito como para tomar medidas», consideró el letrado de los cuatro operarios senegaleses. «Sabemos que el juzgado de instrucción y el Ministerio Fiscal ya han comenzado a actuar», señaló.

«Nadie es más que nadie»

La agresión ocurrió el miércoles, pero el germen venía de antes. Responsables de la fábrica, una firma siderúrgica, se percataron de que J.S., de «unos 25 años», y su padre, también operario en la empresa desde principios de este mes, «realizaban comentarios y tenían actitudes» hacia sus compañeros senegaleses «fuera de toda educación y respeto». «Aquí nadie es más que nadie y no permitimos que un empleado insulte a otro por el color de su piel», apostillaron desde la compañía.

Durante el almuerzo, el chico intentó ocupar la silla donde descansaba uno de los africanos. Trató de obligarle a comer fuera, en la calle. Éste se negó y J.S. pegó una patada en la mesa y tiró un café entre gritos «de tinte racista». Fue la gota que acabó con la paciencia de los responsables de Curvados Quintín. La dirección optó por el despido fulminante del joven y de su padre. «¡Voy a matar a esos negros!», fue su furibunda reacción. «¡Mañana os vais a enterar!», vociferó, aunque sólo tardó unas pocas horas en ejecutar su amenaza.

Regresó al polígono por la tarde acompañado por «media docena de jóvenes», entre ellos alguna chica. Rajaron las ruedas del coche de uno de los empleados africanos y esperaron a que abandonaran el pabellón. Pasadas las seis de la tarde, éstos salieron de la fábrica. «Repartidos en tres coches fueron a por ellos, intentando atropellarles, intimidándoles», relató un trabajador que habló con los agredidos. A continuación, J.S. y sus acompañantes se bajaron de los turismos y empezaron a golpearles con barras de acero. Todos necesitaron atención médica. Y a pesar del «miedo», denunciaron los hechos al día siguiente. Todos, salvo S.T., que quedó ingresado en el hospital Santiago Apóstol de Miranda.

«Condenamos rotundamente este ataque. No se pueden consentir comportamientos racistas y xenófobos. Sentimos rabia e impotencia. Pensábamos que hechos como estos ya no sucedían, pero al parecer se están radicalizando», lamentó un portavoz de la asociación de senegaleses de Álava, que estudian realizar movilizaciones para denunciar la «brutal agresión».

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