Colaboración

A vueltas con el velo...

Diario de Noticias, por Marta Pérez Arellano y Beatriz Villahizán Lagunas, Miembros de SOS Racismo Nafarroa, 12-07-2010

dURANTE los últimos meses hemos asistido al debate social e institucional sobre la conveniencia o inconveniencia de prohibir a las mujeres cubrirnos parte o la totalidad de nuestra cabeza y rostro con una tela, también llamada velo integral o burka y niqab, según el caso. Debate cuya magnitud y eco mediático resulta sorprendente si tenemos en cuenta la escasísima incidencia de esta realidad en el Estado español. En cualquier caso, en algunos municipios catalanes y andaluces, gracias al apoyo de grupos como CIU, PP, PSOEPSC, ya se ha vetado el uso de estas prendas en los espacios públicos.

El pasado 23 de junio el Senado español, con los votos a favor de CIU y PP, decidió solicitar al Gobierno español que imponga en todo el Estado esta prohibición. Los argumentos en que han basado dicha petición son la idea de que estas mujeres no elijen por sí mismas llevar estas vestimentas y la consideración de que el ocultamiento del rostro podría representar un peligro para la seguridad pública. Además, entienden estos senadores y senadoras que portar dichas prendas vulneraría derechos fundamentales de estas mujeres, al someterlas a una invisibilidad social.

Imaginamos que la visión a través de la rejilla de un burka debe ser muy limitada. Es de suponer que las imágenes que se capten desde el otro lado se verán reducidas, fragmentadas por los pequeños agujeritos. Así, parecería que estos/as representantes políticos hubieran discurrido estas medidas con el burka puesto; no el de tela, sino el mental. Y es que su idea de la discriminación que sufrimos las mujeres resulta tan reduccionista como uno de esos agujeritos; y su preocupación tan falsa como su conciencia de género.

Nada dicen, estos adalides de la libertad femenina, sobre la falta de libertad de las mujeres extranjeras a la hora de entrar y circular en territorio europeo. Ninguna voz han alzado, tampoco, contra la Ley de Extranjería, que considera expulsable de territorio español a aquella mujer que, habiendo denunciado una situación de violencia de género, no consiga probarlo ante un tribunal. Tampoco señalan nada acerca de la prohibición de acceder a un contrato de trabajo a aquellas mujeres que se encuentran en situación irregular, ni se han revelado contra la explotación, amparada por las leyes españolas, de las mujeres trabajadoras en el sector del servicio doméstico. Nada dicen de la invisibilidad de las mujeres que, por miedo a ser expulsadas de territorio europeo, no se atreven a denunciar situaciones de discriminación, abuso o explotación laboral; o de las mujeres que, por carecer de papeles, tienen miedo incluso de salir a la calle.

Tampoco al parecer consideran estos señores suficientemente agraviante para las mujeres el hecho de que nuestro sistema patriarcal nos imponga una serie de roles sociales discriminatorios y rígidos cánones estéticos; que se nos empuje a convertirnos en seductoras madres de familia, mujeres exitosas en los negocios y en el amor, exentas de estrías y de patas de gallo, adecuadamente vestidas y convenientemente adelgazadas. No se les ha oído poner en cuestión el negocio de la estética, tan a menudo enriquecido con los corta – pegas de nuestros cuerpos sometidos al bisturí.

No se critica cómo las leyes supuestamente protectoras de las mujeres no nos protegen lo suficiente, cómo ante una situación de violencia machista se nos obliga a denunciar (no una, sino repetidas veces) a nuestro agresor; y aún así cuántas mueren asesinadas por un penoso funcionamiento institucional y unas medidas de protección ineficaces. No cuestionan cómo tantas mujeres no son provistas de recursos sociales adecuados ni suficientes para evitar estas situaciones y prevenir sus gravísimas secuelas.

Tampoco se les escucha mencionarse acerca de aquellas religiones que permiten que mujeres vivan sometidas a clausura, vistiendo hábitos hasta los pies y largos velos negros, comunicándose con sus seres queridos a través de ventanas o barrotes. Son libres nuestras mujeres monjas, ellas sí han conseguido escapar del yugo del machismo musulmán.

Por último, también resulta extraño que estos/as políticos no hayan caído en la cuenta de las previsibles consecuencias que provocarán dichas disposiciones. Paradójicamente, estas medidas libertadoras servirán para dificultar, si no impedir, la presencia de determinadas mujeres en el ámbito público.

Suponemos que nada tiene que ver con todo esto el miedo a una (hipotética) visibilización del Islam en nuestras calles. En absoluto: se trata de proteger a las mujeres, si es necesario hasta de nosotras mismas.

Que Alá, o quien sea, nos proteja de semejante protección.

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