Marbella vuelve a ser un imán para los árabes

Diario Sur, CRISTINA GONZÁLEZ cgonzalez@diariosur.es, 03-07-2010

Diez de la noche. Puerto Banús está de bote en bote. La temporada alta se despereza, más bien se ha despertado de sopetón. Gente guapa, coches caros…y un grupo de personas de rostro aceitunado bien pertrechado por guardaespaldas, impolutas túnicas y kefias. Los árabes desembarcan en la Milla de Oro, que vuelve a ser un imán para un mercado donde los dólares circulan a una velocidad pasmosa y que busca destinos más seguros para sus inversiones. El ejemplo más claro tuvo lugar hace apenas una semana. La regidora de Marbella, Ángeles Muñoz, recibía en la Alcaldía sin escatimar en pleitesía al jeque qatarí Abdullah Ben Nasser, nuevo dueño del Málaga. Pero la cosa no iba sólo de fútbol. Diciendo poco anunció mucho: una inversión de peso para una ciudad que vivió la era dorada de los petrodólares de la mano del fallecido rey Fahd.

No se habla de dinero. Es de mala educación. Pero por los mentideros circulan cifras que van desde los 50 a los 500 millones de euros, como si un cero más o un cero menos no importara. Lo fundamental es que haya asomado a la ciudad con un proyecto empresarial bajo el brazo que se guarda con sigilo y que nadie quiere frustrar. «La información de la que disponemos es poca. Sabemos que puede ir dirigido al tema turístico», afirma con cautela Miguel Gómez, presidente del Centro de Iniciativas Turísticas (CIT) de Marbella.

Es la única pista. El proyecto estará relacionado con el sector turístico y/o de servicios. Quizá se decante por la propia ampliación del puerto deportivo La Bajadilla, animado por las estrecheces de los recintos náuticos de Marbella que obligaron al Radiant, un megayate de la familia real qatarí, a surcar el Mediterráneo hasta Málaga para echar el ancla. De momento, la ciudad confía en que su desembarco tenga un efecto llamada de inversores con ganas y, sobre todo, con la cartera llena.

«Que haya grandes fortunas árabes invirtiendo en Marbella no es nuevo pero sí que hayan vuelto a poner la vista en la ciudad», reflexiona Gómez, que achaca este nuevo goteo a que Europa se perfila como un valor seguro, con mayor proyección y consistencia que otros como Dubai, que ha estado a punto de morir de éxito. «Se empieza a notar un mayor movimiento de árabes. Por mi despacho pasan personas de alto poder adquisitivo, también marroquíes, que quieren comprarse una vivienda e involucrarse en algún negocio», añade Ricardo Sánchez Bocanegra, abogado y presidente de la Federación de Asociaciones de Extranjeros de la Costa del Sol (Faecosol).

Petróleo y gas

La clave está en que funcione ese efecto llamada. Los Al Thani de Qatar son una familia real infinita, de más de 3.000 personas, que entre sus numerosos y sonados negocios al calor del petróleo y del gas anotaron recientemente la compra de los grandes almacenes británicos Harrods. «Sin duda va a suponer que vengan más turistas del mundo árabe», señala Muhsin Mutlak, responsable de prensa de la Embajada de Qatar en España, que pone el acento en que la prensa del emirato no cesa de hablar de Málaga y del Málaga; una campaña turística de valor incalculable. «Siempre nos hemos sentido en cierta manera como hermanos o como primos», añade.

El vínculo viene de lejos. A raíz de la guerra del Líbano, turistas procedentes de los países del Golfo buscaron destinos más seguros para sus temporadas de asueto. En Marbella se sentían como en casa. El más ilustre fue el desaparecido rey Fhad de Arabia Saudí, que llegó por primera vez a la ciudad en 1974. El hotel Incosol se convirtió en su morada. Reservaba tres plantas del establecimiento para él y su abultado séquito. Para el monarca, Marbella era una tierra bendecida por Alá en la que dejó su impronta con la construcción de viviendas sociales o el millón de dólares que donó al hospital Costa del Sol. A su estela arribaron otros empresarios árabes y del Golfo Pérsico. Al Midani compró los hoteles Marbella Club y Puente Romano. Años antes, Jihad el Khoury había creado el Don Carlos. También llegaron los Khasoggi, los Ashmawi o los Al Kheijji.

Los hoteles se llenaban. Las boutiques de frotaban las manos. Las propinas quitaban el hipo. Los Mercedes enfilaban las avenidas. Los petrodólares llegaban como maná caído de un cielo que empezó a oscurecerse con los atentados del 11 – M, que disuadió a muchos árabes de emprender largos viajes, y en 2005 con la muerte del rey Fahd, que siempre dejó clara su predilección por la Milla de Oro. Su Palacio, El Rocío, sigue dominando la colina a la espera de que su sucesor visite la ciudad.

«En realidad los árabes nunca han dejado de estar vinculados a Marbella. Muchos han mantenido sus casas y sus coches y eso es una gran señal a la que ahora además se suma en un incremento del interés», valora Sánchez Bocanegra. El censo sólo refleja que en Marbella hay 40 residentes con pasaporte de Arabia Saudí. Son los empadronados. De Qatar sólo hay uno, aunque quizá pronto sean más. No tendrán mucho que ver con los de hace tres décadas. «Son de otra generación, empresarios muy formados que buscan rentabilidad e invertir en infraestructuras importantes. Antes lo hacían más en residencial», apunta el presidente del CIT, que no ignora que Marbella por sí sola ya es una marca que todos quieren incluir en su dossier de empresas internacionales.

La ciudad lo sabe y ya lleva unos meses vendiéndose en los países árabes. El Ayuntamiento firmó acuerdos con la aerolínea Qatar Airways y con el emirato de Dubai para fortalecer su imagen. El consejero de Turismo, Luciano Alonso, también considera fundamental recuperar el mercado árabe, «para el que la Costa del Sol fue la niña de sus ojos, en el que también invertía». «Se abre un nuevo escenario», advirtió esta misma semana el responsable del Gobierno andaluz. Con acento árabe.

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