Crisis e inmigración

Canarias 7, Vicente Llorca, 26-06-2010

Las crisis constituyen un inmejorable caldo de cultivo para las opciones populistas y xenófobas; y ésta que ahora padecemos, virulenta como la que más, no iba a ser menos, ahí están los óptimos resultados electorales cosechados recientemente por formaciones ultraderechistas en algunos países europeos como Austria, Italia, Hungría, Holanda, Alemania o Suiza.
El racismo está en alza y en una situación difícil como la actual empiezan a oírse con insistencia los discursos de que primero están los del país y luego los demás. Poco importa que los demás hayan contribuido de manera decisiva en el bienestar que hemos disfrutado en las últimas décadas. Ahora vienen mal dadas y entre las muchas cosas que toca recortar, la solidaridad también figura entre ellas. Curioso postulado ese que indica que la recuperación económica tiene que pasar por reducir la atención especialmente a los colectivos más vulnerables.
Una vez más no parece que la historia nos haya servido de lección y, otra vez, la claudicación de organizaciones políticas que dan pábulo a los discursos intolerantes, por eso de que ofrecen rédito electoral, nos lleva hacia una pendiente muy grave.
Esta semana se hizo público en España el Informe Raxen 2010 del Movimiento contra la Intolerancia en el que se denuncia el crecimiento de los prejuicios xenófobos hacia la inmigración, estimulados por grupos que integran una nueva ultraderecha que se está forjando en los últimos años, y da cuenta de 292 casos documentados de xenofobia, racismo y otros incidentes de odio, de los que seis son homicidios. Pero, como quiera que en España no hay datos oficiales sobre el asunto, los responsables del informe aseguran que los datos de la memoria presentada sólo suponen el 10% de la realidad. Las webs racistas se multiplican, los conciertos de música racista proliferan y lo mismo ocurre con grupos que eufemísticamente llamamos tribus urbanas pero que son claramente aventadores del odio.
Esta semana, también, seguimos hablando de inmigración, Canarias ha vuelto a tener el dudoso honor de figurar en dos informes de la prestigiosa, a nivel mundial, ONG Human Rights Watch en los que se cuestionan la política que aquí se sigue con los menores inmigrantes no acompañados y se denuncia que en los centros de acogida se sufren malos tratos.
¿La reacción? La de costumbre. Son los otros los que se equivocan, aunque los otros sea una organización como Human Rights Watch, avalada por una trayectoria y credibilidad refrendas por los más reputados organismos internacionales.
¿La realidad? Como quiera que la presión inmigratoria ha desaparecido de las primeras páginas y toca estar ahora en otros menesteres, el tono reivindicativo de otros tiempos queda para otros tiempos, así como la realización de una investigación que dirima responsabilidades y corrija los errores que se puedan estar cometiendo.
Por cierto, Saramago, que se nos acaba de marchar después de honrarnos con su vecindad, sabiduría y compromiso honorable durante 19 años, decía que Canarias, «menos que el archipiélago que parece, es un conjunto de países, con frecuencia encerrados en sí mismos o mirando a sus vecinos con una especie de desconfianza integral. Así se entiende que el diálogo sea tan escaso o se pierda tiempo y energías en mezquinos caprichos de procedencia y autoridad».
¡Cuánta razón!

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