verbena trágica | EL RELATO DE LOS VIAJEROS

«Me salvé por un segundo»

Supervivientes del siniestro evocan las horribles imágenes y los gritos desgarradores de las víctimas «Estaba en la vía y oí gritos. Empujé a mi novio y salté tras él»

El Periodico, EDWIN WINKELS / ANTONIO BAQUERO CASTELLDEFELS / L'HOSPITALET, 25-06-2010

Nunca había llorado tanto, dice John García Mejía. Ahí se quedó, primero en el andén, sentado, y luego, después de ser desalojado por los Mossos, en una acera cerca de la estación, aterrorizado. «Durante cuarenta minutos no pude pronunciar palabra, solo miraba al vacío. Lo que he visto no lo olvidaré jamás. Y tanta gente joven…».
John, colombiano como muchos de los viajeros del fatídico tren de Rodalies, había intentado cruzar por las vías, como mucha gente, más de un centenar. «Hubo confusión, porque chavales que querían cruzar por la pasarela volvían hacia abajo. Estaba cerrada. Entonces, la gente decidió cruzar por las vías. Y no había ningún vigilante que lo impidiera», dijo.Los viajeros iban cargados con neveras portátiles, bolsas pesadas, mochilas y botellas, todo para pasar la verbena en la cercanísima playa, fiesta que siguió toda la noche, con miles de personas ajenas a la tragedia. Una vez en las vías, costaba subirse al andén, debido al gran desnivel. «Justo cuando me subí al andén pasó el tren. Si el chico delante mío hubiese tardado un poco más en subir, yo ya no estaría aquí. Este debe de ser el destino», dijo John.No se le vio venir

Un destino que, justo detrás de él, se llevó a 13 personas, casi todos jóvenes. Muy jóvenes. John, como casi nadie, no vio venir el tren. Ni lo oyó. «El silbato solo se escuchó cuando ya estaba pasando por la estación». Un momento, un flash dramático, dantesco. «Se escucharon golpes, volaban los cuerpos y se levantaban muchas piedras por el impacto. Luego, he visto de todo, una pierna, un cráneo vigilado por un mosso…»Se desató la histeria, el estupor, la desesperación. Gritos desgarradores de chicas: «¡Mi amigo!» El amigo que acababan de ver desaparecer ante sus ojos, el amigo que les había dado el empujoncito para subir al andén y al que ellas le habían estrechado la mano para ayudarle. También John les vio desaparecer. «Nunca me hubiera imaginado lo que un tren sería capaz de destrozar».Quini, un joven de 19 años, vio desaparecer a Diego y Eduardo, dos de los amigos de su cuadrilla del barrio de Sants. «Cada año íbamos a una playa distinta a celebrar la verbena. Hace dos que vinimos aquí y decidimos repetir. Como no solemos venir no sabíamos que la pasarela estaba cerrada y que había un paso subterráneo», recordó, acusando a Renfe de lo ocurrido.

Una de las chicas del grupo se salvó en el último segundo. «Oí los gritos de que venía el tren. Entonces empujé a mi novio hacia adelante y yo salté detrás», comentó la joven, mostrando el moratón que dejó en su pantorrilla el impacto de los trozos de botellas que llevaban los jóvenes y que estallaron al paso del tren. Otros, en cambio, los que venían detrás, se quedaron atrapados viendo con horror cómo el tren se les echaba encima y ellos no tenían tiempo de llegar al andén a salvar su vida.

«Sueño que aparecerán»

Ayer, los chicos de este grupo de amigos de Sants, en que jóvenes catalanes hacen piña con hijos de inmigrantes, se resistían a ponerse en lo peor. «Quiero creer que de repente voy a ver aparecer a Diego y a Eduardo; que vendrán y me preguntarán: ¿Tíos, pero dónde os habíais metido?»

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)