Verbena trágica | los allegados

Las familias se hacen a la idea de lo peor al pasar las horas

Parientes de desaparecidos daban por hecho anoche que no les volverían a ver. Decenas de personas acudieron al centro de atención en busca de información.

El Periodico, ÓSCAR TORAL / CASTELLDEFELS, 25-06-2010

El miedo a lo peor se convirtió en dolor por lo peor con el paso de las horas. El temor era el sentimiento unánime al despuntar el día de ayer en el centro de atención a los familiares de desaparecidos en la tragedia de Castelldefels, ubicado en el centro cívico Frederic Mompou del municipio del Baix Llobregat. Decenas de parientes y amigos de las víctimas acudieron desde la madrugada en busca de información, unos por iniciativa propia, otros tras recibir el aviso de los Mossos de que sus allegados se habían visto implicados en el accidente. Por la tarde, después del traslado del centro de asistencia a la Ciutat de la Justícia de L’Hospitalet, los abrumadores indicios llevaron a muchos a tomar conciencia del fatal desenlace. Si su hijo había ido a la playa con unos amigos, estos le habían perdido en el atropello y el chaval seguía sin llamar tantas horas después, solo cabía una explicación.

Miedo a lo peor sentía Hassán Hasale, un vecino de Gavà de origen marroquí. «Llevo desde las tres de la madrugada buscando a mi hijo porque no ha vuelto a casa. He dado su nombre dentro [en el centro Mompou] y me han dicho que no les consta», declaró antes de intentar una sonrisa que no le salió. Las autoridades sólo disponían de una relación de los heridos en el atropello, por lo que la incertidumbre quemaba en las primeras horas de la mañana con la misma intensidad que el arrogante sol que sucedió a la noche en vela.

TRADICIONES SIMILARES / También era miedo lo que sentía Roberto Silva, un ecuatoriano residente en Barcelona: «La policía me llamó por teléfono de madrugada para decirme que mi hijo estaba involucrado en el accidente, y cuando he llegado me han dicho que no figura en la lista de heridos». Su vástago, de 18 años, salió de casa el miércoles a las ocho de la tarde; desde entonces, no tenía noticias de él. «Nos han dicho que nos esperemos hasta que la cosa se aclare», relató. Los jóvenes ecuatorianos celebran Sant Joan con especial entusiasmo porque entronca con algunas de sus tradiciones; por eso muchos chicos de esa nacionalidad se congregaron en la playa de Castelldefels para divertirse.

A los temores de Hasale y Silva se sumaron los de algunos padres de muchachos sin relación con la catástrofe que simplemente ignoraban su paradero; a estos les iba cambiando el semblante a medida que los chicos, al fin, se comunicaban con ellos. «¿Dónde estáis? Acabo de llegar a casa y no hay nadie». Felicidad pura.

APOYO PSICOLÓGICO / Un total de 16 familias permanecían a las tres de la tarde en el centro de atención, por lo que tres se acabaron llevando la alegría de que su pariente no estaba entre los fallecidos. Todas contaban con el apoyo de médicos, enfermeros y psicólogos. «Aunque no haya nada que decir, acompañamos y les informamos de en qué punto estamos. Es importante hablar con ellas para que no se sientan desatendidas», comentaba el coordinador del equipo, Andreu Cuartero, que destacaba la particular relación que se suele establecer entre los jóvenes: «Su red de apoyo es muy fuerte. Hablan, lloran y se abrazan juntos».

Tres de estos jóvenes caminaban con paso lento, la cabeza gacha y los pulgares engarfiados en los bolsillos. «Habíamos quedado en la estación con unos 16 amigos, y cuando les fuimos a buscar vimos el accidente. Ahora dos están desaparecidos, y otros dos, heridos. Además, la chica herida es la novia de un desaparecido», relataba Martín, un barcelonés de 21 años: «Estuvimos buscándolos, pero a las dos nos fuimos porque la policía nos dijo que no podíamos seguir allí, aunque otros amigos se quedaron toda la noche. Tenemos muy pocas esperanzas».

CITADOS POR EL FACEBOOK / El dolor por lo peor ya había comido mucho terreno al miedo a lo peor cuando el centro de asistencia se trasladó a la Ciutat de la Justícia, cerca de las cinco de la tarde. Mientras las tareas de identificación de los restos continuaban a pocos metros, en las dependencias del Institut de Medicina Legal de Catalunya, muchos allegados ya cedían a la evidencia. Muy tocado andaba un grupo de jóvenes ecuatorianos originarios del cantón de Balzar, de 48.000 habitantes, que se habían citado por el Facebook para celebrar juntos la verbena. Dos de ellos estaban de – saparecidos, y cuatro, heridos.

EXPLICACIONES HUECAS / Otros, igual de resignados, buscaban explicaciones sin encontrarlas. «Seguro que uno bajó del tren, se metió en las vías y el resto le siguió», conjeturaba el padre de un chaval de 15 años que había perdido a dos compañeros. «¿Cuántas noches de Sant Joan hace que la gente cruza por las vías? No se puede hablar solo de imprudencia», planteaba Mauricio, un colombiano amigo de dos desaparecidos.

Al caer la noche, el padre de un desaparecido de origen ecuatoriano caminaba dificultosamente por la Ciutat de la Justícia acompañado por un grupo numeroso, dando por hecho lo peor.

Lo peor es que un hijo o un amigo salga de verbena y no vuelva.

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