Comité de bienvenida

La Vanguardia, Ciudadanos, 19-06-2010

Si Miquel Llor hubiera situado el Comarquinal de su mítica novela Laura a la ciutat dels sants en la actualidad, la primera mirada de Vic no habrían sido unos sacerdotes, marca secular de la capital de Osona. Probablemente su primer paisaje estaría más cerca de los creyentes de Alá que de las viejas sotanas, porque si algo ha cambiado en Vic ha sido el paisaje humano. Y, aunque la mezcla de culturas conforma nuestra identidad de aluvión, cabrá preguntarse si una llegada masiva de personas de tradiciones tan confrontadas ayuda a la mezcla identitaria o consolida una sociedad de guetos. Sea como fuere, hoy en Vic es más fácil ver un velo islámico que una sotana. Y aunque ello no sea intrínsecamente malo, no parece que sea intrínsecamente bueno.

A la ciudad de los santos, pues, trasmudada en ciudad de los imanes, me fui el jueves a presentar mi libro sobre Artur Mas. El acto se hacía en el bellísimo Temple Romà, y sus embajadores eran el alcalde, Josep Vila d’Abadal, y una de las mujeres más extraordinarias del mapa de la solidaridad, sor Lucía, cuyo banco de alimentos en el Bages se ha convertido en todo un referente. Pero como Vic es una ciudad espléndida, decidieron hacerme un comité de bienvenida, cuyas banderas y cantos acompañaron, alegremente, mi llegada a la sala. Por un momento pensé que Vila d’Abadal me había confundido con el embajador de un país exótico, pero el buen alcalde era ajeno a tan simpática claque. ¿De dónde venía pues ese nutrido comité de recepción? ¿Festejaban el libro de Artur Mas? ¿Eran conspicuos convergentes que jaleaban la caída de los dioses del tripartito? ¿Eran mis amigos de la República Independiente de Osona, haciéndome la corte? No lo parecían, a tenor de los birretes islámicos, las luengas barbas, las banderas palestinas y algunas estéticas antisistema que se apuntaban al jaleo, por el bien de la humanidad. No. El comité de recepción incluía representación de lo mejor de cada casa, unidos en el noble intento de gritar contra quien piensa distinto: líderes del salafismo integrista de la mezquita de la calle Sant Francesc, hooligans antiisraelíes, antisistemas varios y hasta un conocido ex Terra Lliure que pulula por Vic. Lo mejor de la historia es la mezcla de personajes: de la extrema izquierda al fanatismo islámico, pasando por el independentismo violento, todos unidos en el odio a Israel. Y todos unidos en el griterío contra servidora, cosa que los unifica con otro percance parecido que viví hace años. Presentaba en Madrid el libro sobre la adopción de mi hijo y unos falangistas se pusieron a insultarme y a gritar “Viva España”. De los falangistas a los salafistas, de los hooligans antisistema a los de Terra Lliure, ¿en qué se parecen unos y otros? En lo básico: el desprecio al combate de las ideas, el odio al divergente y el miedo a la libertad. Los extremos no se tocan. Se aman.

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