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Burka no, dignidad sí

La Voz de Galicia, 19-06-2010

El debate sobre el velo con el que se cubren algunas mujeres musulmanas y que, recientemente, ha llevado a la sanción de sus variedades más extremas, el niqab y el burka, por varios ayuntamientos, suscita opiniones encontradas. Así, frente a aquellos que argumentan que debe prevalecer la libertad de culto y no debe prohibirse el velo porque impediría que muchas adolescentes asistieran a clase y el burka porque algunas mujeres no saldrían de su casa, estamos los que sabemos que la tolerancia en este caso es incompatible con el ejercicio y protección de la libertad, la dignidad del ser humano y la igualdad de sexos.

La mujer que se cubre no lo hace ni por cuestión de fe ni por voluntad propia, aunque así lo afirme. No tiene alternativa, la han educado en la sumisión, en la obligación de permanecer pura para casarse, en la prevalencia del honor del varón a través de su ocultación con un argumento de piedad religiosa cuando solo deriva de un acto de apropiación y cosificación de la mujer. La mujer que se cubre no es libre, lo hace por miedo. Miedo a ser excluida de su familia, de su entorno. Es engañada y mantenida en la ignorancia mediante la incomunicación. La persona que no sabe no puede elegir. Si no puede elegir no discute, se somete, y acepta lo que se le impone.

Puede que muchos opinen que prohibir el uso del burka y el niqab en espacios públicos será perjudicial para la convivencia entre religiones, pero nada más lejos de la realidad. En primer lugar, el burka es una imposición sociocultural de países poco civilizados, no una obligación religiosa. En segundo lugar, es imposible convivir, comunicarse o compartir experiencias con un ser humano al que no se le puede ver la cara ni los ojos. No solo no sabemos si hablamos con quien creemos estar haciéndolo, sino que el aislamiento físico es antisocial.

Más allá de que es imprescindible prohibir el uso del burka por razones obvias de salud y de seguridad, por no poder identificar a quien se cubre y porque permite ocultar armas o explosivos, el ir cubierto así supone una violencia visual, el alarde de la discriminación sexista, la demostración de la minusvaloración humana que se produce con la ocultación de una persona. No solo es anticonstitucional: es inmoral, injusto y antinatural.

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