CEAR-Euskadi denuncia la crisis del derecho de asilo por las restricciones del Estado español

Un total de 117 personas accedieron al procedimiento de asilo en Euskadi el año pasado, 104 en Bizkaia

Deia, Marta Martínez, 18-06-2010

Bilbao. El domingo es el Día Internacional del Refugiado, sin embargo, una vez más, no hay nada que celebrar. Y es que el derecho de asilo está en crisis, según denuncia CEAR – Euskadi, que ayer presentó su informe anual sobre la situación de las personas refugiados en el Estado español y en la CAV en 2009. El número de admisiones de solicitantes de asilo así como el reconocimiento del estatuto sigue descendiendo y el año pasado se alcanzó la cifra más baja en veinte años. En el Estado español, se admitieron a trámite 2.999 solicitudes, un 33,5% menos que el año anterior y sólo 350 recibieron protección. Euskadi tramitó 117 solicitudes.

“Acnur vuelve a decirnos que hay 43 millones de personas entre refugiados y desplazados internos, estamos hablando de una cifra muy importante como para que España se lamente con 3.000 personas que llegan”, denunció Javier Galparsoro, presidente de CEAR – Euskadi. Y las previsiones de 2010 auguran cifras más demoledoras, ya que a abril de este año, se han registrado 315 solicitudes menos que el año pasado en el mismo periodo. Según Galparsoro las razones serían, principalmente, la externalización de fronteras, la falta de información de los solicitantes de asilo, la falta de acceso a los Centros de Internamientos para Extranjeros y la nueva Ley de Asilo, que ha supuesto un grave retroceso de derechos para estas personas.

CEAR – Euskadi denuncia la “compra” de terceros países en África para que “vigilen sus fronteras” e impidan la salida de sus nacionales hacia Europa. “De una forma incomprensible estamos elaborando una serie de acuerdos con Guinea Bissau, Mali, Senegal, Cabo Verde por los que supuestamente a cambio de cooperación les estamos pidiendo que vigilen sus fronteras, en definitiva que controlen las salidas de sus nacionales”, critica Galparsoro. El presidente de CEAR denuncia, asimismo, la colaboración del Estado español en la creación de un centro de detención en Nuadibú, Mauritania.

Otro de los motivos es el desconocimiento por parte de muchos refugiados sobre el derecho de asilo. En ese sentido, Cearsolo reclamó que se facilite a CEAR o a organizaciones similares la presencia en los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE) y en los puestos fronterizos para informar de sus derechos a las personas que vengan en busca de refugio. Un estudio de la comisión de ayuda al refugiado reveló que el 25% de las personas internadas en CIE tendrían motivos para solicitar el asilo, pero que no lo hacen por desconocimiento.

Retroceso en derechos A estos impedimentos y barreras se añade otra de reciente aprobación, la nueva Ley de Asilo, que entró en vigor el 20 de noviembre en todo el Estado español. Entre otras cosas, la nueva normativa elimina la posibilidad de solicitar asilo a través de las embajadas y consulados, con lo que obliga al solicitante a abandonar el país, con todos los riesgos que esto puede conllevar. “Si Europa sigue diciendo que hay un derecho de protección para esos 43 millones de personas, pero no se les permite salir dignamente para pedir esa protección, los candidatos van a jugarse la vida en esa travesía”, sostiene Galparsoro.

Los riesgos del trayecto los conoce bien Hamidou Drame, refugiado de Costa de Marfil, que salió de su país en 2004 huyendo del conflicto que vivía su país y entró ilegalmente al Estado Español. “A nadie le gusta inmigrar, si lo haces es por algo. Mis compañeros desaparecían cada día, iban a una entrevista de trabajo y no volvían. Cuatro o cinco días después aparecían muertos”, explica. Él no quería correr la misma suerte y emprendió el viaje. “En África quienes pueden salir libremente son los millonarios. A nosotros las embajadas no nos dan visados para viajar a Europa”. Ese es el motivo por el que se arriesgan en estas rutas de la muerte. En el desierto hay calor, frío, hambre, sed y mafias organizadas. “Uno encuentra fácilmente cadáveres en el trayecto”, afirma. Muchos acaban en cárceles marroquíes en condiciones infrahumanas y otros muchos mueren en el mar durante el viaje a las costas europeas. “Si hubiera sabido cómo era el trayecto, no lo habría intentado. Me habría ido a otro país africano a buscar suerte”, concluye Drame.

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