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Francesc X. Sánchez: «Llevo la X en mi nombre en honor de Malcolm X»

El Periodico, Gemma Tramullas, 18-06-2010

X, de Malcolm X. Para entender por qué este hombretón descendiente de familia blanca, catalanista y cristiana se reivindica como «afrocatalán» hasta el punto de utilizar la X de su apellido en homenaje al líder antirracista hay que retroceder 50 años y viajar hasta una calurosa plantación de cacao en Guinea Ecuatorial. Francesc X. Sánchez nació en la finca Hacienda Rosita, en Santa Isabel de Fernando Poo, un día de 1961.

¿El día que nací salí en el periódico local. Después de tres hijas, ¡por fin había nacido un varón en la familia Sánchez – Salvadó! Era otra época, claro… Lo de salir en los periódicos lo llevaba en la sangre, porque he terminado haciendo de jefe de prensa.

¿¿Qué hacían sus padres en África?

¿Mi padre era el gerente de la finca de cacao más grande de Fernando Poo y vendía toda la producción a la empresa Cacaolat. Éramos muy felices allí, rodeados de negritos. Teníamos cocinero, servicio¿ Mi padre explotaba la finca ¿eh?, no a las personas. Los trabajadores tenían un sueldo, bajo, pero sueldo.

¿¿Negritos? Si Malcolm X le oyera…

¿Está dicho con cariño. Ellos me cuidaban, eran de la familia. Yo me defino como afrocatalán. Malcolm X renunció al apellido de su patrón y en su lugar se puso la X. Yo la llevo en mi nombre en su honor. Vivir mezclados es la mejor vacuna contra el racismo. Estoy orgulloso de que mis hijos vayan a una escuela con un 35% de inmigración. Eso les enriquece.

¿¿Y eso de haber nacido en Guinea? Seguro que lo ha utilizado muchas veces para ligar.

¿No, nunca. Llevo 30 años casado y enamorado de la misma mujer que, por cierto, es mi sobrina.

¿¡Qué dice!

¿Sí, sí. Una de mis hermanas se casó con un viudo que tenía cinco hijas. Yo les hice de canguro a esas niñas en varias ocasiones y una de ellas se convirtió más tarde en mi mujer.

¿Le pasan unas cosas¿

¿Pues espere a que le cuente lo de mi mili…

¿Cuente, cuente.

¿Me tocó hacer la mili en Madrid y para que el tiempo me pasara rápido me ocupé todas las horas. A mediodía no tenía nada que hacer y me ofrecí como monaguillo. Estábamos en vísperas del golpe del 23 – F. ¿Y a qué no sabe quién era el único militar que iba a misa cada día?

¿¿Quién?

¿El general Armada.

¿¡No me diga!

¿Es un personaje que me crea una contradicción: por un lado era aquel hombre, el tutor del Rey, con el que yo charlaba una hora cada día, y por otro fue el personaje histórico que impulsó la trama.

¿¿Y qué le contaba?

¿Armada no iba a contarle nada trascendente a un soldado raso como yo, pero me mandaba a hacer recados. También salíamos a pasear al patio. Yo iba dos metros detrás de él y, detrás de mí, dos geos. Tenía que tratarle de Vuecencia y, si le hablaba mucho de Catalunya, me hacía callar.

¿De vuelta a Barcelona, se mete en la noche canalla y acaba de mánager de Jaume Sisa y Albert Pla, entre otros. Tiene una vida de película.

¿Pero yo siempre he huido del protagonismo. No me educaron para rebelarme, ni me veo liderando nada. Cuando el dictador Macías nos echó de Guinea y nos instalamos en Cerdanyola yo tenía 3 años, y me metieron en una clase de niños que eran dos años y medio mayores que yo. Siempre arrastré el complejo de no estar a la altura, ni intelectual ni físicamente. No podía pelearme porque tenía las de perder, así que me convertí en un hombre de paz.

¿¿Y eso cómo se hace?

¿Intento no hacer a la persona que tengo delante lo que odio que me hagan a mí. Me gusta ser amable y me cuesta muy poco bajar a la calle y encontrar un amigo.

¿¿Nunca tiene días malos?

¿Claro. Pero se me pasa tomando una cerveza y charlando de fútbol con los amigos. Desde los 15 años iba con un grupo de enfermos a Lurdes. Yo pensaba que iba a ayudar, pero son ellos los que te ayudan a formarte y te dan valores. Cuando nos dimos cuenta de que aquello de Lurdes era una farsa montamos la Fundació Esquerdes y cada 15 días acompaño a un grupo de discapacitados en alguna salida lúdica. Cuando vuelvo de estas salidas es cuando tengo más claro que soy un privilegiado.

¿¿Volverá algún día a Guinea?

¿Lo intenté, pero no me concedieron el visado. Cada noche les cuento a mis hijos una historia de su abuelo Francisco Mataserps. Es mi forma de mantener el contacto.

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