Lavapiés se pone el sari

El País, JALED ABDELRAHIM, 05-06-2010

Lavapiés hoy huele a especias, suena a sitar y se mueve a sensuales golpes de cadera. La India aterrizó ayer en el centro de la capital. La tercera edición del festival BollyMadrid se daba por inaugurada a las once de la mañana con la treintena de puestos que invadió las plazas de Lavapiés y Agustín Lara de saris y lunguis (trajes típicos indios femenino y masculino). Por un euro, el paseante podía degustar una rica samusa (hojaldre triangular relleno de carne o verdura), un sabroso biryani (plato de arroz con especias y otros ingredientes) o un exquisito menke (flores de harina, leche y azúcar). Por si fuera poco, bellezas de raza, como la cantante, bailarina y coreógrafa Sneha Mistri, presentadora del festival en esta edición, paseaban entre la multitud recibiendo los piropos más catizos. El catante indio – canario Ajay Sadhuani dio el verdadero pistoletazo de salida a la fiesta sobre las ocho de la tarde. A las nueve, ya eran cerca de 2.000 personas las que disfrutaban de los bailes de Bollywood. “India es color”, opinaba una espectadora a los pies del escenario.

“Hombre, BollyMadrid y los bailes de Bollywood son la excusa para atraer al público, pero esta iniciativa, en realidad, es como un trampolín para promocionar nuestra cultura y nuestra gastronomía entre los madrileños”, analiza el traductor, escritor y licenciado en relaciones internacionales Shawkat Ali, hoy convertido en gerente de restaurante en la calle Ave María. Su aspecto y la decoración de su local son indudablemente indias, pero su nombre árabe y su religión musulmana le delatan: es de Bangladesh. “Como casi todos los que estamos en Lavapiés”, señala. “Muy pocos de los que te cruces en este barrio o de los que están hoy en los puestos son de la India. Lavapiés es Bangla. Somos miles. Pero nos llevamos muy bien con los indios y nuestra cultura y nuestras costumbres son muy parecidas. Así que también es nuestra fiesta”, afirma convencido.

Ni el Ayuntamiento ni la delegación del Gobierno dispone de cifras actualizadas de cuántos en el barrio son los originarios de este pequeño país vecino de India pero, a pie de calle, las palabras de Ali se confirman. La mayoría de los que trabajan en los puestos instalados son bangladesíes. Igual que Anamul, que hace cuatro años llegó al barrio y ayer se afanaba en pintar el local que será su locutorio. Su mujer embarazada y su hijo le acompañaban. “Aquí nos concentramos una gran comunidad porque en Madrid se vive bien”, afirma el inmigrante. Aún con eso, por BollyMadrid también hay indios de pura cepa. Es el caso Vinatha Seeramkumar, entre otras, la joven dueña (21 años) de una escuela de danza que está instalada en el barrio junto a su pareja española. “Me encanta la gente en este país. Me recibió muy bien”, confirma la danzarina ante una suegra que se deshace en elogios para su nuera.

Entre bailes de Bollywood, saris y beryianis también se han hecho un hueco tres ONG europeas que buscan algo de financiación para sus proyectos solidarios en India. Y lo más exótico todavía: decenas de bailarinas españolas forman parte de las 150 artistas que deslumbran en el escenario al personal con sus sensuales bailes orientales. “La cadera con la tierra y los miembros superiores con lo espiritual”, explica desde su puesto Belén Albert, profesora y artista del centro artístico y terapéutico de Patricia Passo. “Es una forma de vida, de meditación. Yo voy a la calle vestida con un sari. La fusión de las danzas indias es un placer que no entiende de edad, ni sexo, ni condición física”, explica tras relatar como cambií su carrera de derecho por la relajación y la ropa oriental. Más tarde demostraría el acierto en su elección sobre el escenario.

El festival, al menos de noche, fue un éxito. Vecinos y madrileños curiosos llenaban la plaza de Agustín Lara para ver las actuaciones. Pero, por supuesto, tampoco faltaron las reivindicaciones. “Tener el puesto tres días vale mil euros”, se quejaba Jalal Ahmed, uno de los vendedores. “Lo del festival está muy bien pero, aparte de eso, el Ayuntamiento también se podía preocupar de otras necesidades”, aprovechó para denunciar Ali. “Por ejemplo, que me den ya la licencia de mi restaurante después de cuatro años”, añadió. “Pero, en fin, pensemos que hoy lo importante es esta magnífica fiesta”.

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