González Iñárritu y Bardem, dúo de lujo

El Universo, 20-05-2010

Tras enorme expectativa, Biutiful –la primera película de Alejandro González Inárritu sin la colaboración de Guillermo Arriaga, el guionista con quien creó exitosamente Amores perros, 21 gramos y Babel– fue acogida con división de opiniones por parte de la crítica de Cannes. El cineasta mexicano había rodado solo una vez en español y jamás se había concentrado en un solo lugar de filmación (Barcelona), pero lo más sustancial es que por vez primera se atreve a contar una historia lineal, con principio, nudo y desenlace. En esta entrega, Uxbel es un hombre que lucha por entender y ayudar a los demás, incluso a los muertos. Todos sufren desgracias, pobrezas, enfermedades y las miserias de la explotación y el tráfico ilegal del género humano. Y en medio de este infierno, un actor prodigioso, Javier Bardem, y el innegable talento visual de Iñárritu. Inseparables en este certamen, ambos artistas cuentan en esta entrevista detalles del proceso creativo.

¿Por qué la decisión de rodar Biutiful en Barcelona?
Alejandro González Iñárritu (AGI): Primero, porque la comida es deliciosa (risas). Viví allí un año y solo pensaba en eso. Segundo, Barcelona es una ciudad hermosa. Un día caminando por ella, después de no haberla visitado por muchos años, me sorprendí al ver la comunidad vibrante, compleja, diversa que está formándose en sus suburbios, una verdad que poca gente quiere ver o quiere integrar. Es una realidad que no solo pertenece a Barcelona sino que ha impactado a todas las ciudades europeas, redefiniendo su sociedad, su economía. Entonces el personaje de Uxbal, que estaba en ese momento fabricándose en mi mente, me ‘dictó’ que él pertenecía allí, que era también un inmigrante en su propia tierra, que era hijo de un ‘charnego’ y que para él los inmigrantes no le eran ajenos, que podía convivir con ellos; que había trabajado y crecido con ellos en estos barrios de Santa Coloma y el Rabal, donde hay esta diversidad que me pareció fascinante visualmente, emocionalmente, intelectualmente. Como una anticipación de lo que se viene en el mundo, que es imparable. Es un área de Barcelona que la gente define como oscura y, por el contrario, para mí es la parte más luminosa, es su riqueza. Siempre ha sido una ciudad multicultural y multirracial. El centro de Europa. La magnífica fotografía de Rodrigo Pietro supo impregnarla de desolación y poesía.

El personaje de Uxbal por momentos parece un santo, un ángel humano tratando de ayudar incondicionalmente a su familia y a quienes están a su alrededor…
Javier Bardem (JB): El guión me inspiró a representar una persona que está bajo el efecto de la corrupción y la explotación, tanto hacia sí mismo como hacia los demás. En una circunstancia tan adversa como la que se le presenta, la única opción de poder regenerar algo que los hijos puedan heredar y de lo que se puedan nutrir, es la compasión y el amor. Es un aspecto perdido en nuestra sociedad. Por eso, si ves a alguien compasivo, la gente lo reconoce como un santo. Y no es así. Estamos tan alejados del síntoma y del efecto de la compasión, que nos parece casi altruista. Creo que la grandeza de este personaje reside en eso, en que no deja que se apague esa llamita de compasión y comprensión hacia uno mismo también.

AGI: Coincido en ese sentido, pero es la santidad vista no en la forma católica, sino como un camino a la luz. Creo que la película no es acerca de la muerte, como algunos han dicho, sino acerca de la vida, pero la vida de verdad. Se trata de compasión, pero la humana, no la santurrona. El perdón, pero el que es humano, no el del sacrificio. El camino del entendimiento, del rendirte a las cosas. Eso para mí es luminoso. El camino de Uxbal y la forma en que lo interpretó Javier es precisamente eso: alguien que está en paz consigo mismo, que se perdono a sí mismo. En estos tiempos hablar de eso parece casi una blasfemia.

Javier, ¿sientes especial afición por los personajes depresivos y deprimentes?
JB: La vida es deprimente, pero es lo que tenemos. Es muy intensa. Tenemos que vivirla tal como es, con sus sufrimientos y también esperanzas. La existencia de cada uno de nosotros depende de la actitud que tomemos. Más bien Uxbal es uno que nunca pierde la esperanza. Lucha contra todo y sobre todo contra su mal hasta el final porque no quiere morirse ni dejar a sus hijos.

Pero la película es desoladora y deprimente, sin concesiones…
AGI: La sociedad está enferma y va en la dirección errada porque no nos aceptamos como somos. Pero, por el contrario, esta película está llena de esperanza. Incluso su protagonista, que trata de luchar contra todas las desgracias y de ayudar siempre al prójimo, es un hombre sencillo en medio de terribles circunstancias, pero con mucha capacidad de comprensión y de perdón. Esa es la clave de todo. Creo que de mis películas, esta es con creces la más llena de esperanza y con la que más complacido me siento.
 
Pero aquí ni los muertos descansan en paz. Uxbal, quien tiene el don de hablar con ellos, tiene que ayudarlos a apaciguarse…
AGI: La espiritualidad la tenemos todos, lo que pasa es que la mayoría de las personas vivimos totalmente cegadas. El momento en que estamos un poco en silencio, de pronto empezamos a encontrar una dimensión que es muy difícil de hallar, sobre todo porque vivimos absortos por los teléfonos celulares, la televisión. Estamos totalmente ensordecidos por la cultura que nos está matando. Todo es parte de esta intoxicación y de una materialización brutal. La espiritualidad no es acerca de la religión, es acerca de nuestra naturaleza. Veo que cuando nos tocan estas fibras pequeñas en una película como esta nos parece sobrenatural y no lo queremos aceptar.

Es su primera película sin el guionista Guillermo Arriaga como colaborador. ¿Cómo se sintió?
AGI: Como cineasta siempre tienes colaboradores en diferentes etapas. En la primera, muy técnica, tienes el guión, y creo que el periodo que yo tuve con Arriaga dentro de esa colaboración fue muy productivo, muy exitoso, y se cerró en un ciclo natural. Una vez se que acaba esa colaboración en el papel, que se traduce después cuando arrancas el rodaje, sientes como director una soledad colectiva en el set. El proceso siempre es el mismo. Lo que pasa es que ahora tuve también la fortuna de explorar esta misma experiencia con Armando Bo y Nicolas Giacobone, que son jóvenes talentosos que brindaron mucha frescura e inocencia. Estoy satisfecho porque una de las cosas que me propuse fue que esta película, más que por un plot, se rigiera por un personaje. Eso marcó una diferencia radical. La linealidad de la narrativa representó para mí un reto enorme, mucho más difícil porque no tenía dónde esconderme.

Biutiful se diferencia por eso y por su rigurosidad narrativa. ¿Fue más arduo el proceso que en las tres anteriores?
AGI: Fue tan difícil hacerla como las otras películas. Pero al menos esta fue en español. Biutiful es precisamente todo lo que yo no había hecho antes. La diferencia radica en que en mis películas anteriores yo partía de personajes y circunstancias complicadas que iban tomando vida a través de una narración más simplificada. En esta sucede lo contrario: parto de un personaje sencillo al que impregno de una gran complejidad su existencia a través de este intenso viaje emocional. Un gran desafío. Es lo mismo, pero diferente.

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