«Ni en mi país me había pasado algo así»

La Verdad, RICARDO FERNÁNDEZ rfernandez@laverdad.es, 16-05-2010

El funcionario sospechoso de abusos, Francisco S.R. :: CEDIDA

Le dio la risa. Una risa nerviosa, incontrolada y completamente absurda. Una risa histérica. Una risa que era un llanto encubierto. «Agachaba la cabeza y me reía de puro nerviosismo, pensando que no podía estarme ocurriendo eso». Lo que le ocurrió a Janina (el nombre es ficticio), colombiana de 30 años, es que aquel día acudió al Registro Civil de Murcia para tramitar la nacionalidad de su hija y se topó con un funcionario llamado Paco. Un empleado público con el que tuvo un leve encontronazo porque había colado a una mujer que había llegado después que ella. Nada grave, de cualquier modo, ni que en modo alguno avanzase lo que estaba a punto de ocurrirle.

Explica Janina que cuando por fin le tocó el turno se encontró con un trato que distaba mucho de lo profesional. «Me dijo que saliera mi hija del despacho y comenzó a decirme que lo había puesto cachondo al enfrentarme a él. Después pasó a preguntarme toda una serie de barbaridades: cómo llevaba las bragas, si las llevaba metidas por el culo, cómo tenía los pelos del pubis, si me gustaba rasurarme, si me gustaba hacerle felaciones a mi marido, si me agradaba hacer el amor por teléfono y muchas más cosas que no recuerdo».

Por sorprendentes y lamentables que puedan parecer los hechos, éste es el relato fiel que la mujer realizó ante los agentes de la Policía Judicial de la Jefatura de Murcia y más tarde en el Juzgado de Instrucción número 2 de la capital, en el que se investigan los supuestos abusos cometidos por un funcionario del Registro Civil, Francisco S.R., de 52 años, sobre un gran número de inmigrantes que acudían a solucionar algún trámite.

Las diligencias judiciales, a las que ‘La Verdad’ ha tenido acceso, ofrecen un panorama desolador sobre las circunstancias que presuntamente se desarrollaban nada menos que en una sede de la Administración de Justicia. Por el momento son ya al menos catorce las ciudadanas extranjeras que han declarado haber sido víctimas de excesos verbales y también de abusos sexuales, en algunos casos tan graves como llegar a forzar a una de ellas a consumar el acto sexual en las dependencias públicas, situadas en Espinardo.

Laura (como para el resto de las víctimas, este nombre también es ficticio) tiene 32 años y es peruana. Acudió por vez primera al Registro Civil en enero de 2009 para presentar unos papeles. Le tocó en suerte, o en desgracia, el tal Paco, de quien sabía que «su actitud con la gente siempre había sido agresiva en general, de mala gana». Pero de eso al trato que supuestamente le dedicó esa mañana iba un largo trecho. «Empezó con piropos – le contó Laura al juez – , cosa que me pareció muy rara. Luego me preguntó si tenía novio, si estaba enamorada… Yo le dije que vivía con mi novio y me respondió ‘Qué lástima, porque habiendo hombres como yo…’.».

- «Pero usted será casado», protestó ella.

- «Mejor así», habría respondido él.

- «Pues será para usted, porque yo no tengo esas costumbres».

«Me sentí ofendida – prosiguió su relato – ; pensé que ese señor estaba mal, porque se extralimitaba. Era algo incómodo, degradante…, se estaba metiendo con mi integridad moral».

Después, Francisco S.R. comenzó a hacerle preguntas para un aparente examen de integración, necesario para la tramitación del expediente de nacionalidad. «Me resultó violento. Me dijo que no veía que pudiera pasar el examen, pero que como me veía buena chica él tenía la potestad de aprobar el expediente o devolverlo. (…) No me forzó, pero intentó relacionarse íntimamente conmigo».

«Quítate el abrigo»

El presunto acoso sexual a las mujeres que acudían al Registro Civil de Murcia para algún trámite, casi siempre relacionado con la nacionalidad, se iniciaba siempre de forma similar. «Me dijo que me pusiera cómoda y que me quitara el abrigo», relatan varias de las víctimas, que solían acabar sucumbiendo ante su insistencia.

A partir de ese instante, la estrategia variaba. En unos casos, comenzaba a interrogarlas por sus parejas. «Me preguntó cómo me iba en el matrimonio. Yo pensaba que eso estaba relacionado con la encuesta para la nacionalidad, pero luego me dijo que él no veía que mi marido fuera de mi tipo. Se puso de pie y me dijo que yo le gustaba y que si él me gustaba a mí», relata, estupefacta, Amina, marroquí de 31 años.

«Me interrogó: ‘¿Cómo es posible que una mujer como tú no esté casada?’ Después me dijo que le gustaría ser mi amante. También me pidió algún beso», cuenta Brígida, quien se había acercado al Registro Civil al recibir una carta sobre la concesión de la doble nacionalidad.

«Eres muy guapa. ¿Tu marido te hace bien el amor?», es lo que Paco le habría soltado a Laila, marroquí de 35 años, quien confiesa que desde entonces «cada vez que tenía que ir al Registro Civil iba con miedo. No quería ir sola y le pedía a mi marido que viniera. Me había dicho que me quitara el abrigo y, como no lo hice, me cogió del cuello y me dijo: ‘¿Es que me tienes miedo?’. Yo le quité las manos y le dije que estaba allí para que me viera el tema de la nacionalidad. Entonces me contestó que eso iba a tardar mucho más. Me fui cabreada y se lo dije a mi marido. Él quiso denunciarlo, pero yo le dije que no lo hiciera. No quería problemas por si se retrasaban los papeles».

Pero no sólo se limitaba a hablar. En otras ocasiones, siempre según el relato de las afectadas, era mucho más directo y expeditivo. Sentía especial atracción por los pechos. «Me dijo que tenía una linda sonrisa. Que era muy guapa. Luego se puso detrás de mí y me dijo que llevaba unas lindas braguitas. Se acercó para mirarme los pechos y yo lo aparté. Me tocó con un dedo, no me tocó nada más. Me tocó con un dedo por encima del pecho», confesó Dulce, dominicana de 40 años, ante el juez.

«Me pidió que le enseñara el escote, el pecho. No sé por qué lo hice; lo hice para arreglar los papeles. Le estaba agradecida por llevarme los papeles». (Zhamira, 27 años, marroquí).

«Me dijo que era muy guapa, que si él me atraía. Se paró al lado y me rozó el pecho. Era una acción dirigida a tocarme. Me sentí molesta. Luego me preguntó si me gustaría hacer un trío y si alguna vez lo había hecho. Me propuso ir a mi piso o a un hotel». (Marina, 35 años, colombiana).

«Me decía que iba muy sexi y me miraba el escote. Me tocó el pecho. Me dijo que llevaba un escote muy bonito y me lo tocó moviendo la camisa». (Celine, 28 años, paraguaya).

«Me dijo que era guapa, que le gustaban mis ojos. Me tocó una teta. Yo me quedé con la boca abierta porque estaba allí toda la gente. Sólo me tocó el pecho una vez. Me levante y me besó a la fuerza. Me pidió salir con él y pasar un buen rato». (Hamina, 26 años, marroquí).

Amenazas veladas o directas

A Paco, a Francisco S.R., le gustaba tomar café. Le gustaba tomarlo en compañía de las mujeres extranjeras a las que atendía en el Registro Civil. Todas las inmigrantes que hasta ahora han prestado declaración en el juzgado han señalado, casi sin excepción, que este funcionario siempre les pedía un teléfono de contacto, con el supuesto fin de incorporarlo al expediente, y que poco después comenzaba a llamarlas. «Me propuso que si me acostaba con él, me ayudaría», explica Hamina.

«Me advirtió de que si no quería nada con él, que me olvidara de los papeles», señala Celine.

«Me amenazó diciendo que me pondría preguntas difíciles en el examen de nacionalidad y que era capaz de hacerme suspender», recuerda Amina.

«Me llamaba y me preguntaba qué llevaba puesto. Me pedía que me tocara las tetas», señala Zhamira.

La llamada que recibió Adila, marroquí de 40 años, fue la peor intencionada de todas. «Yo sabía que mi expediente dependía de Paco. Me llamó un domingo y me dijo que lo había sacado de los infiernos, que fuera al Registro Civil. No pensaba que fuera a hacerme nada malo; yo quería preguntarle por un embargo. Paco cerró la puerta del Registro y ahí es donde pensé: ‘No tengo más remedio’. Mi marido estaba esperando en el coche. Me extraño que me llamara un domingo, pero él me dijo que estaba de guardia. No me esperaba que fuera a pasar lo que pasó ese domingo. Es verdad que Paco es muy ligero y dice cosas por la boca, pero no me esperaba más».

Admitió que no supo reaccionar ni parar los acontecimientos «porque nuestra mentalidad no es como en España; tenía miedo de que si no lo hacía no me darían los papeles». Nada le dijo a su marido de que hubiera practicado sexo con el funcionario. «Temía que pudiera matarlo o algo».

Unos días después la llamó la Policía. «Lo tenemos todo grabado», le confesaron los investigadores, que habían instalado una cámara en el Registro Civil a raíz de las denuncias de otras mujeres. «Pregunten lo que quieran, que yo les cuento», les respondió Adila, quien todavía sufre secuelas psicológicas.

«Ni en mi país pasan cosas así», resumió su compatriota Hamina, cuando le llegó el turno de testificar.

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