"Los clientes se han asustado"

El País, KARIM ASRY, 16-05-2010

Dice que su nombre es Silvia y que tiene 23 años, aunque no hay manera de comprobar si es cierto. No habla castellano. Nació en Ghana, el primer país africano que consiguió la independencia tras la Segunda Guerra Mundial, recuerda orgullosa. Indocumentada, ejerce la prostitución en las cercanías del parque bilbaíno de Miribilla ya que, asegura, no tiene otra manera de ganarse la vida. Su familia espera puntualmente el dinero que les envía para por salir adelante. “Ahora no puedo hablar, vete que me espantas a los clientes. Mañana, si quieres, puedes llamarme y te cuento mi historia”, afirmaba. Al día siguiente, su número de móvil tenía las llamadas restringidas.

El silencio rodea las vidas de una veintena de jóvenes subsaharianas, nigerianas en su mayoría, que venden su cuerpo en los alrededores del parque de Miribilla y en algunos rincones del barrio de Bilbao La Vieja. Su presencia se encuentra en el origen de la nueva ordenanza que el Ayuntamiento de Bilbao aprobará en septiembre próximo y que sanciona con multas la negociación de servicios sexuales retribuidos y su práctica en la vía pública. “Llevamos cinco años intentando acercarnos a ellas, hemos intentado lo inimaginable y seguimos sabiendo muy poquito”, explica Ana Prieto, miembro de la Asociación Askabide, que trabaja desde 1985 con colectivos que ejercen la prostitución.

Acostumbradas a ofrecerse sin hacer preguntas, estas muejeres desconfían de quien intenta acercarse a ellas con otro motivo. En la calle de Olano, un grupo de cuatro jóvenes intenta convencer a los conductores que pasan para que hagan una parada rápida. Las relaciones sexuales suelen consumarse en la misma calle, tras un coche, encima de un capó o en algún improvisado rincón oscuro.

“Los clientes se han asustado con la historia de las multas. Ya no paran tantos” explica Lisa, que dice tener 21 años. Junto a ella, otras chicas también proporcionan nombres anglosajones. La edad de algunas parece inferior a lo que afirman. Askabide comparte la misma intuición: “Algunas parecen menores, pero no tenemos manera de comprobarlo”.

“El Gobierno tiene que hacer algo por nosotras si quieren que dejemos la calle”, repite Sarah, quien afirma proceder de Abidjan, la capital de Costa de Marfil.

“Venir aquí para ellas supone un dineral”, explica la miembro de Askabide, acostumbrada a trabajar con el colectivo. “Si para una brasileña la inversión es de 2.000 euros, ellas tienen deudas por el viaje que oscilan entre 20.000 y 45.000 euros. Aunque algunas llegan en avión, el camino suele ser más truculento. Hacen parte a pie, en camión. A veces esperan años en Marruecos a tener una oportunidad de llegar a Europa. Y quién sabe los traumas que arrastran tras estas experiencias”, recuerda Prieto.

Las chicas no dudan en cambiar de vez en cuando de comunidad autónoma. Algunas que mantuvieron cierto contacto con Askabide vuelven años después, con su situación legal ya regularizada y sus deudas completamente saldadas.

¿Controlan el negocio los proxenetas? No existen pruebas rotundas, apuntan fuentes municipales. En todo caso, si existiese algún tipo de red detrás de este tipo de prostitución, no es tan compleja como las de las mafias del Este. “Suele ser dificil saber si las personas que rodean a las chicas son sus novios o parte de una banda organizada. Sin denuncias de ellas es difícil ir más lejos”, añaden las citadas fuentes.

Los miembros de Askabide también tienen dudas sobre la presión que ejerce el entorno sobre estas jóvenes. Prieto explica que las redes de trata de mujeres echan mano en ocasiones del vudú y a la magia negra para coaccionarlas.

En septiembre pasado, un matrimonio nigeriano fue detenido en Bilbao, acusado de amenazar a algunas prostitutas con supuestas prácticas de magia negra para controlarlas. La Delegación del Gobierno estimó entonces que los arrestados podían haber obtenido unos 250.000 euros tras varios años cobrando la deuda contraída a las mujeres para llegar a España.

En 2003, fue descubierta otra trama, vinculada a un club de carretera bilbaíno, que actuaba de forma similar.

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