El velo sensual

El País, J. ERNESTO AYALA-DIP, 14-05-2010

Dice Gemma Lienas que la enoja la defensa del velo por una parte de los intelectuales. Le enoja porque “lo juzgan sólo una seña de identidad”. Lo dice en su tribuna del 8 de mayo titulada O putas o sumisas. Me considero parte de ese sector que defiende el velo. Como también que un señor lleve chancletas o una medalla con una imagen religiosa colgando en su hirsuto pecho. Lo defiendo aquí, de la misma manera que repudio que se obligue en Irán a llevarlo. Defiendo el velo no por razones de identidad (las mujeres argelinas, durante la colonización francesa, llevaban velo como signo de identidad, una identidad que ellas consideraban liberadora frente al ejército de la metrópoli). Lo defiendo por dos razones. Una tiene que ver con el ejercicio de la democracia y la libertad de culto. La otra por razones estéticas. Lienas aduce la imposición machista detrás de su uso. Tiene razón. Pero ello no justifica que se prohíba. Veo continuamente el menosprecio de algunos hombres a sus mujeres (y también a sus hijos), son prácticas tan habituales como sutiles: sabemos que se producen por razones de machismo. Y esas mujeres que vemos en esas tristes e impotentes condiciones, no llevan velo. ¡Vaya, y yo que creía que las únicas mujeres sumisas y bajo el yugo de sus cavernarios maridos eran las mujeres musulmanas, sobre todo las que llevan velo! La segunda razón dije que era de orden estético. Pues sí. He visto en Estambul, y ahora comienzo a verlo en Barcelona con mayor frecuencia desde hace un par de años, a mujeres con velo: las vi en Estambul con velo, con móvil, sentadas en cafés y fumando: nunca me parecieron sumisas (ni tampoco putas): me parecieron, como también me lo parecen las que veo por nuestras calles, chicas que han descubierto en el velo una especie de elipsis sensual: como si coquetearan consigo mismas escondiendo más que exhibiendo. Lo diré más claro: prefiero ver una chica saliendo de un instituto con velo antes que a otra mostrando ombligo y unas adiposidades muy poco respetuosas con la dieta mediterránea. ¿Diría alguien que estas últimas son menos sumisas porque no llevan velo? Vean cómo se comportan con sus novietes (o cómo estos las tratan) y tendrán la respuesta. Señora Lienas: evidentemente, ningún intelectual defendería lo que usted llama “la estrella amarilla de los judíos” como seña de identidad. Esa estrella amarilla era la estrella de David y la llevaban amarilla no por razones de identidad, sino para su identificación y posterior destino a Auschwitz.

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