Nuevas víctimas del machismo

El Universo, Iván Sandoval Carrión, 11-05-2010

Aunque esto ocurrió hace algunos años en Riobamba, aún hay quienes lo recuerdan. Una gallada de jóvenes machos irrumpió en una peluquería unisex regentada por estilistas homosexuales, causando graves destrozos en el local y golpeando salvajemente a sus dueños. No hubo denuncia, detenidos ni reparación de daños. Incluso algunos vecinos festejaron la “hazaña”. Este tipo de ataques ha ocurrido de manera recurrente y visible en comunidades pequeñas de nuestro país, en el pasado. Hoy son menos frecuentes y pasan desapercibidos. Las mujeres y los niños no son las únicas víctimas del machismo, ese fenómeno que no es la quintaesencia de la masculinidad sino más bien un fracaso parcial en el proceso de construir adecuadamente una identidad masculina.

La asociación de machismo y homofobia es común y tiene lógica. El machismo es aquella caricatura de la virilidad que se sostiene de modo predominante en referentes imaginarios de masculinidad, antes que en identificaciones simbólicas. Para el macho, lo importante es “parecer”, es decir, ser reconocido socialmente como “muy hombre”. Su hombría radica en la demostración y en el gesto, antes que en la facultad de mantener relaciones amorosas adecuadas y consistentes con una mujer. Es un esclavo de los códigos que prescriben de qué manera debe “lucir, vestir, hablar, pensar, reaccionar y comportarse un hombre”. Esa dependencia de lo imaginario lo lleva a aborrecer todo lo que no tiene apariencia definidamente “masculina”, de acuerdo a sus códigos. Por ello atacará en el afuera lo que no puede admitir en sí mismo.

Pero los homosexuales y los transexuales no son las únicas víctimas masculinas de los machos. También lo son los varones heterosexuales que no tengan un aspecto que se ajuste a la figura del macho, de acuerdo a sus cánones. Por ello hostilizará y humillará a los bajitos, los gordos, los débiles, los escaldados, los intelectuales, los que usan lentes, los que tienen algún problema físico, los tímidos, los que presentan alguna dificultad en el habla, los pertenecientes a alguna minoría étnica o religiosa, los extranjeros, los solitarios, los que visten raro y los diferentes de un modo general. Este tipo de ataques han tenido tradicionalmente como escenarios las instituciones educativas y las fuerzas armadas, que son comunidades en las que se ha cultivado una cultura del machismo.

Como vemos, también los hombres son víctimas del machismo, empezando por aquellos que son los primeros en sufrirlo: los mismos machos. Efectivamente, propongo que el machismo es una discapacidad afectiva, estética y cognitiva, de grado variable, que limita de manera evidente a quienes lo padecen. Esto supone que un macho tiene serias restricciones para apreciar y disfrutar de la belleza en las diversas manifestaciones del arte; tiene inhabilidad para desarrollar empatía y para construir relaciones afectivas ricas, intensas y duraderas, incluso con aquellos a quienes ama; no puede admitir carencias, no puede pedir ayuda ni beneficiarse de la que otros le ofrecen; carece de originalidad, creatividad e imaginación; tiene esquemas de pensamiento cuadriculados, pobres y estereotipados; tiene mucha dificultad para salir de sus códigos y para aprender nuevas cosas; es aburrido, predecible y generalmente carece de humor. Pensándolo bien… ¡pobres machos! Aunque sus víctimas pudieran pensar que lo tienen bien merecido.

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