Socialización del velo

Diario de noticias de Alava, , 11-05-2010

LA ignorante amnesia contempla el velo únicamente como represiva prenda femenina islámica. Sin embargo, no hace mucho, por estos lares, su uso era tenido en muy alta consideración entre la flor y nata de nuestra cristiana sociedad de mantilla y peineta, con las que las grandes damas tenían a bien lucirlo con distinción en bodas, bautizos, comuniones, recepciones, funerales… costumbre que desapareció ante la precipitada incorporación femenina al mundo laboral y una potente industria cosmética para cubrir lo que dejaba al descubierto aquel ancestral artilugio.

No sabría yo posicionar mi juicio acerca de dónde una mujer es más libre, si en el Irán de los ayatolás, donde se le obliga a llevar chador, o en nuestra democracia occidental, donde una ciudadana al poco de nacer le taladran las orejas y de mayor, para poder salir de casa, ha de maquillarse con distintos potingues, cremas, polvos sobre ojos, mejillas y labios, torturar al pelo, estirarse la piel, depilarse, inyectarse botox, ponerse silicona y un sinfín de historias que dicen embellecerla por fuera para denigrarla por dentro. En mi opinión, creo que el velo, entre nosotros no debe prohibirse en absoluto; antes al contrario, creo que debe recuperarse su uso democrático, desde la más tierna infancia: si en el seno de una familia se diera el caso de que les naciera una niña fea, en lugar de disfrazarla, bien podrían sacarla a pasear sin vergüenza alguna tras un velo liberador, y si es muy fea que digamos, entonces bueno sería que vistiera burka. Esta medida que podría parecer cruel, en sí sería todo un alivio para sus portadoras, que podrían desenvolverse en nuestra sociedad de escaparate y pasarela con total soltura y dignidad, sin ver afectada su autoestima personal por su condición física, ni sentirse obligada a realizar estériles sacrificios que de continuo le recuerdan que aunque la mona se vista de seda, ¡mona se queda! Es más… en una sociedad igualitaria como la nuestra, lo justo sería que las chicas muy, muy guapas, esas a las que todo les queda bien, de mirada peligrosa, también se acostumbraran a lucir velo para evitar la desleal competencia en el escalafón laboral o accidentes de tráfico. Mas el velo no sería algo que se impusiera por su bien a las mujeres solamente, también podrían usarlo los hombres que padezcan la condición de ser notablemente diferentes. De este modo, ni por exceso ni por defecto, padeceríamos las nefastas consecuencias de la tiranía natural.

Pero mucho me temo que estas veladas virtudes no sean debidamente entendidas por una sociedad cada vez más estilizada, sofisticada y compleja, en la que lo metrosexual impera para negocio y regocijo de las grandes multinacionales.

Nicola Lococo

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