Lo del cordón sanitario

La Vanguardia, Ciudadanos, 11-05-2010

Joan Herrera, el actual líder de IC, ha levantado el dedo acusador en una reunión con las juventudes de su partido, y ha pedido un “cordón sanitario” contra lo que él llama “partidos que promuevan discursos xenófobos, racistas o discriminatorios”. Hasta aquí, todo bien. Estoy de acuerdo en aislar de la vida democrática a todos aquellos líderes políticos que utilicen el racismo para ganar votos. De hecho, voy más lejos: estoy a favor de que estos partidos extremos, generalmente de corte fascista, sean ilegalizados, tal como sería lógico si se aplicara la ley de Partidos Políticos. Ley, por cierto, que se aplica con minuciosa celeridad cuando se trata de opciones vascas, pero que mira hacia otro lado cuando la extrema derecha enseña la patita.

Así pues, no hace falta un “cordón sanitario”. Sería suficiente con aplicar la propia ley, para salvarnos de según qué pretendidos salvadores de la democracia. Pero si no se aplica la ley, buenas pueden ser todas las iniciativas que tengan la intención de cortar el flujo del discurso racista. Estamos, pues, de acuerdo. ¿Estamos de acuerdo? Para nada, porque Joan Herrera hace trampa y cuando habla de aislar a los partidos que promueven el racismo, no está refiriéndose a los partidos fascistas, sino que dirige sus dardos contra partidos democráticos, entre ellos, CiU. La cuestión, pues, no la plantea en términos de fascismo frente a democracia. La plantea en términos de “sólo yo decido cómo y de qué manera se habla de inmigración, y cualquiera que se mueva del dogma impuesto, será tildado de racista”. Y, por supuesto, aquellos que han salido de su guión políticamente correcto, caen en el saco de tamaña herejía. Vic, por ejemplo, como era previsible. Y así, de un plumazo, este chico recién llegado a la bicicleta de la política, ensucia la biografía de gentes que llevan décadas en la defensa de los valores democráticos, algunos gobernando con muchas dificultades. Y lo hace con la única intención de monopolizar el discurso, impedir el libre debate y sacar de todo ello algún rédito electoral. Es decir, ¡oh ironía!, quien usa electoralmente la inmigración resulta que es él. Porque hay muchas maneras de utilizar este difícil debate. Por ejemplo, impidiendo que se hable libremente de los problemas complejos que provoca, o negando el derecho a disentir del buenismo progre, o estigmatizando a quienes no piensan como obliga su dogma de fe.

La inmigración ilegal crea problemas graves, y hablar de ello es una responsabilidad y una obligación democrática. Negar el debate no mejora la situación, sólo la pudre. No creo, por tanto, que la actitud de IC respecto a este tema sea más tolerante o democrática. Es más falaz y es menos responsable, y por ello mismo, más suicida. Quizás sean ellos los que necesiten ser aislados en algún “cordón sanitario”. ¿Por antidemocráticos? No. Por ineptos.

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