El "hijab": símbolo de sumisión de la mujer

El Día, LO QUE HAY JOSÉ M. CLAR FERNÁNDEZ, 06-05-2010

DADO el dispar criterio que se tiene acerca del velo islámico (“hijab”), su origen y significado, creo necesario una concreción sobre el mismo. Para unos, no hay motivos para prohibir su uso porque, alegan, forma parte de la cultura musulmana, que merece respeto. Para otros, esta prenda femenina supone un símbolo tradicional de sumisión de la mujer al hombre, incompatible con los principios de igualdad y no discriminación que garantiza nuestra Constitución.

Efectivamente. La mayor parte de los españoles cree que la cuestión del “hijab” es un problema menor carente de importancia. Piensan, simplemente, que es una moda propia de unos países con una cultura distinta, y como tal, no hay razón para oponerse, ya que vivimos en una sociedad plural que debe ser tolerante. Otros consideran que el “hijab” es un símbolo de sumisión de la mujer hacia el hombre.

Concretemos: ¿cuál es el significado del velo islámico? El “hijab” y el tapar todas las partes del cuerpo de la mujer a excepción de la cara y las manos está contemplado a lo largo del Corán, que es un texto sagrado para los musulmanes. Por consiguiente, es un elemento eminentemente religioso, que no es obligatorio argumento muy utilizado por sus defensores y que corresponde llevarlo sólo a las mujeres, tal y como dijo Mahoma para “distinguirlas y ponerlas al abrigo de las miradas incorrectas”. No existe una edad determinada para llevarlo. El momento de usarlo es cuando las niñas llegan a la pubertad por indicación de sus padres, aunque éstos aleguen voluntariedad de la niña.

Entre los musulmanes se justifica la imposición del velo con una supuesta conversación que existió entre Mahoma (el profeta) y Ornar (su cuñado): “¡Oh, profeta dijo Ornar di a tus mujeres, di a tus hijas y a las esposas de los creyentes que coloquen un velo sobre su vestido y así cubran el rostro del modo más conveniente para que no puedan ser reconocidas y confundidas con las esclavas y mujeres de costumbres libres!”.

En las páginas del Corán son innumerables las muestras del poco aprecio que el profeta Mahoma, fundador de la religión islámica, muestra hacia la mujer: “Los hombres están por encima de las mujeres porque Dios ha favorecido a unos respecto de otros” (Azora 4, v. 38). De ello deducen los musulmanes que las mujeres les deben obediencia ciega, y si no, vean lo que dice el mismo versículo: “A aquellas de quienes temáis la desobediencia, amonestadlas, mantenedlas en sus habitaciones, golpeadlas”.

El “hijab” no sólo es una prenda de tela que usan las mujeres musulmanas para cubrir sus cabezas, es el paradigma de la discriminación y del sometimiento que éstas han de observar hacia los hombres. A ellas se les hace creer que vivir sometidas es una decisión libre que toman por ellas mismas, cuando no es así. Para la mayoría de las mujeres que han abandonado el “hijab”, la cuestión no admite dudas: es signo de sometimiento de la mujer y, por tanto, inaceptable. El velo y la forma de vestir (sólo pueden vérseles la cara y las manos) son un símbolo machista, con lo que la mujer demuestra que pertenece a su marido, por lo que debe tapar su cuerpo para no provocar el deseo de los extraños, así como para evitar cualquier trato con varones que no pertenezcan a su familia. La ley coránica exige obediencia a Alá, y esa ley fue directamente entregada por Dios a su profeta Mahoma, por lo que una buena musulmana nunca podrá aceptar una ley o norma que entre en contradicción con el Corán, de ahí deriva su acatamiento y sumisión al hombre.

Me gustaría que todas aquellas personas que sólo ven en el “hijab”, “chador”, “melfa”, “burka”, etc. unas prendas de vestir de uso “voluntario” piensen que en el mundo islámico muchas mujeres están siendo marginadas en el nombre de Dios; no tienen libertad para ir, hacer o decir lo que sí está permitido a los hombres; no se respetan sus derechos humanos, etc. Por ello, considero inaceptable que el autoritarismo prevalezca sobre la igualdad de sexos que preconiza y defiende la no discriminación de la mujer en las culturas occidentales. Alegar tradición religiosa o cultural para imponer una forma de vestir atenta contra el derecho a la libertad de esas mujeres. No podemos llamar “libertad” a la negativa de que una persona pueda ser y actuar como ella misma desearía para ser sumisa, en cuyo caso sólo podemos hablar de esclavitud.

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