«¿Por qué se ficha a gente que no sabe servir una paella?»

El Periodico, EDWIN WINKELS, 02-05-2010

tiene 44 años, y más de media vida dedicada a la hostelería. Camarero experimentado. Miguel Ángel Morilla ha vivido la época de bonanza de las playas de Castelldefels, con los bares, restaurantes y chiringuitos casi siempre a rebosar de clientes todos los días de la semana. Muchos turistas, pero también gente que bajaba al mediodía de Barcelona para comer algo fuera de la ciudad. «Claro que ha bajado el turismo, aunque este invierno tampoco era muy malo. No hacía mucho frío, pudimos hacer bastante terraza», dice Morilla, sentado en el taburete del bar Los Amigos, en el centro de Castelldefels, donde ha venido a vivir hace poco. Siempre estaba en la playa, hasta que hace mes y medio le dijeron en el restaurante que ya no volviera entre semana. «O sea que estoy en el semiparo, trabajo solo los fines de semana. Aunque tengo esperanza de que cara al verano vuelva a estar ahí toda la semana».
Ha buscado cosas, se ha presentado en otros restaurantes de la playa. Casi todos le conocen, con tantos años sirviendo. «Traigo currículos, pero prefiero ir de cara, hablar, explicar lo que sé hacer». Pero esa experiencia no siempre es una ventaja, porque se paga. No a un precio extraordinario, pero Miguel Ángel no se vende por cualquier precio. «El problema en mi profesión es que muchos inmigrantes están dispuestos a trabajar por mucho menos, con 900 euros se conforman y, claro, el empresario opta por lo barato». Añade, como diría cualquiera, que no tiene nada en contra de los inmigrantes, pero que cuesta aceptar que así es más difícil encontrar trabajo. Aunque lo barato no sea siempre bueno. «¿Por qué fichas a un camarero si no sabe servir una paella o limpiar un lenguado?» se pregunta.
Rebajarse a esos precios, además, no le parece sensato. Un padre de familia con 900 euros, ¿qué haría? Los gastos del mes incluyen piso y niños. Aunque la mujer también trabajara, dice, seguiría siendo un sueldo muy bajo.
Al acudir al restaurante ahora solo los fines de semana, Miguel Ángel no cobra el paro. «Con los ahorros voy cubriendo los gastos», explica. Su mirada es seria, casi resignada, aunque con cierta seguridad de que en el verano, que está a punto de comenzar, se volverán a necesitar camareros. «Pero no me quedo aquí esperando, ¿eh? Yo me muevo, soy de los que van en busca del trabajo, porque no viene por sí solo».

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