El velo turco

ABC, IGNACIO CAMACHO, 23-04-2010

SÓLO cuatro meses tardó el Tribunal Constitucional en vetar una ley que permitía a las mujeres el uso del velo musulmán en las universidades públicas. ¿En España? Qué va: ¡en Turquía! Un país donde hay algunos musulmanes más que en Celtiberia, pero donde el viejo Estado laico de Kemal Ataturk se empeña en prevalecer ante los empujes del islamismo. Ocurrió en junio de 2008, dos años antes de que la Federación Musulmana de España anunciase – ayer – su decisión de recurrir ante el TC la prohibición del hiyab en un colegio español de Pozuelo. Quizá se trate de una medida atinada: dejar que los intérpretes supremos de la Constitución decidan sobre un debate que divide a la sociedad española sin que el Gobierno, más preocupado por la presencia escolar de los crucifijos, sepa encontrar el modo de regularlo. En una cosa nos llevan ventaja a priori los turcos: su Alto Tribunal trabaja con algo más de premura que el nuestro.

En la polémica del velo no caben las posiciones viscerales ni maximalistas, ni menos ese expeditivo arbitrismo tan propio del español medio, porque se trata de una cuestión que tiene que ver con la libertad religiosa y la integración sociocultural. La propia Iglesia católica se mide con cautela en el asunto, temerosa de que la controversia acabe zanjada por las bravas en su perjuicio. El feminismo igualitario se siente incómodo en el debate; su tendencia comprensiva del multiculturalismo choca con la evidente segregación que la prenda supone hacia la condición femenina. Sea velo, pañuelo o tocado, indica sumisión de la mujer hacia su marido o su padre y ese fondo discriminatorio no puede separarse de su utilización como simple costumbre indumentaria. Por tanto es una cuestión que afecta al concepto mismo de ciudadanía democrática, y en su permisión o prohibición hay que ponderar el alcance de un choque de derechos con la libertad de culto.

Estando de por medio el Gobierno de Zapatero cabe colegir que la discusión desemboque en una vuelta de tuerca de sus proyectos laicistas. En este punto van a chocar muchas sensibilidades y diferentes opiniones – ahí va la mía: en caso de duda o conflicto, el espacio público debe ser neutral y por tanto despojarse de cualquier contenido simbólico de parte – , por lo que se avecina un litigio de conciencias de los que más le gustan al zapaterismo. Raro será que los socialistas no aprovechen para cargar la suerte contra las tradiciones cristianas. Por eso, y ante la falta de consenso para establecer una regulación política, puede ser una solución razonable que se pronuncie el Constitucional, si sus señorías encuentran tiempo en medio de sus arduos debates estatutarios. Es un asunto importante que va más allá de anécdotas y episodios; hay un modelo de sociedad en juego. Algunos ciudadanos envidiamos al respecto el sistema francés, pero en tanto nos ponemos de acuerdo nos podríamos conformar con el modelo turco.

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