Viaje al origen de la inmigración

Pueblos rumanos de niños y abuelos

El colapso de las remesas agrava el subdesarrollo de las comunidades ´cantera´ de la inmigración en España

La Vanguardia, , 20-04-2010

ANDY ROBINSON – Alexandria Enviado especial
A quince kilómetros del Danubio, Alexandria es uno de esos rincones surrealistas de la Rumanía rural en el que uno puede ver a una campesina arrastrando a su vaca en una gasolinera. O donde un Mercedes plateado adelantará a un carro tirado por dos mulas en la carretera hacia las mansiones de los nuevos ricos en Buzescu, la Beverly Hills gitana.

Es también donde se encuentran muchos de los llamados pueblos de abuelos y niños,las canteras de la inmigración a España, castigados ya no sólo por la ausencia de sus seres queridos – casi todos los de edad laboral se han ido-sino también por el colapso de la prueba más material de su amor, las remesas.

Por poner un ejemplo: Valentí de 14 años, que jugaba con un ordenador durante el descanso en el colegio del pueblecito de Florica, a cinco kilómetros de Alexandria. Vive con su abuelo mientras su madre trabaja en Huelva. “¿Cuándo volverás a verla?”, se le pregunta en español. El niño se encoge de hombros.

Más o menos la mitad de los habitantes de Florica y los otros pueblos de la región viven en España, algunos con hijos, otros sin. La mayoría, en Valencia; mano de obra para la recogida de naranjas en invierno. Muchos luego se irán a a Lleida en verano para la recogida de la fruta. “Se han ido muchos del medio rural rumano porque aquí no hay trabajo”, dice la directora del colegio, Vivian Gherghina, una mujer de cara sonriente y ojos tristes de unos cuarenta años.

Se calcula que mas del 10% de los 22 millones de rumanos se han marchado en los últimos siete u ocho años, más de un millón a España. Pero aquí el porcentaje es mucho mayor. Dracea, a tres kilómetros de Florica, ha perdido unos 700 de sus 2.000 habitantes. “Salen y vuelven y vuelven a salir”,dice Mircea Bujor, cuyas dos hermanas están en Valencia y que ha estado en España seis o siete veces en los últimos cinco años en busca de trabajo.

Ante el dolor de la separación hay padres que optan por llevarse a los hijos. “Antes de 1990 teníamos 600 niños en esta escuela; ahora tenemos 120”, dice Vivian. “Esperamos que regresen; que el pueblo vuelva a ser joven”, añade.

Pero – como reza el refrán-a veces hay que tener cuidado que no consigas lo que deseas. Porque la situación en España es tan difícil en estos momentos que, para algunos, el regreso es desesperado. Y una vez comprobada la cruda realidad rumana, se multiplican las dudas. Francesca, de nueve años, acaba de volver de Valencia con sus padres aunque no sabe si se quedarán o no. Cristi, de siete, anuncia enfáticamente en castellano: “¡Yo me quedo!”.

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