Madrid – El caso de Nawja no es el primero en que la comunidad mulsulmana se enfrenta con los responsables de un centro educativo en la última década. En el año 2002 la directora del colegio Juan de Herrera de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) se negó a que una niña de doce años, Fátima El Idrisi, asistiera a clase portando el tradicional velo musulmán. Sólo llevaba cinco meses residiendo en España y ya había estado escolarizada en un centro católico al que su progenitor renunció por creencias religiosas.
En su nuevo instituto las alumnas no podían llevar el pañuelo sobre la cabeza y anudado al cuello. Fátima estuvo cuatro meses sin escolarizar por negarse a cambiar su indumentaria.
Discriminación
Más recientemente, esta vez en Girona en el año 2007, otra menor vio prohibido su derecho a llevar puesto su «hiyab» en las aulas de su colegio. Shaima Saidani, musulmana de 8 años, sufrió incluso las burlas de sus compañeros. La dirección del colegio Joan Puigbert – Annexa amparó su decisión en que el pañuelo que cubría el pelo de la alumna podía provocar episodios de discriminación.
Ambas ganaron sus particulares batallas y fueron finalmente admitidas en  centros educativos –en el caso de Shaima su familia incluso se planteó volver a Marruecos–cuyo reglamento de régimen interior contemplaba la asistencia de alumnas con «hiyab». En los dos casos los responsables de Educación consideraron la prevalencia del derecho de a la escolarización sobre las normas implantadas por el propio centro educativo y permitieron el uso del velo.