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Los ladrillos de la ira

La Voz de Galicia, 12-04-2010

No soy el primero en sugerir la lectura de la obra de Steinbeck para analizar la recesión en la que estamos metidos. Más allá de la hojarasca superficial que deja el paso de los años, comparto que existe un paralelismo sustantivo. Llamémoslo la economía de la esponja. La que requiere cientos de miles o millones de trabajadores en un momento dado (inmigrantes con frecuencia) y se deshace de ellos un poco más tarde. En el momento en que la economía esponja absorbe empleo, lo hace para tareas y salarios poco aceptables para el ciudadano medio; cuando los convierte en parados masivos, el riesgo de ira social es máximo.

Y, ciertamente, la economía española basada en el bum inmobiliario (doméstico y turístico) favoreció un efecto llamada de trabajadores en los sectores esponja: construcción, hostelería, servicios personales y domésticos. Es así que llegamos a tener más de cuatro millones de convecinos extranjeros en edad de trabajar y cerca de dos millones de cotizantes no españoles. Si en Las uvas de la ira era necesario atravesar un desierto para llegar a California, en nuestra España del ladrillo fue necesario atravesar el Estrecho o un océano.

Pero cuando el colapso bancario y bursátil provocó la caída en la actividad (del ladrillo y de lo inmobiliario), pronto llegamos a tener seiscientos mil parados registrados extranjeros (de los dos millones largos que expulsó la esponja). Y si la ira no campa a sus anchas, de momento, es porque medio millón de inmigrantes reciben unas prestaciones públicas (que raramente superan los mil euros) y los sectores esponja les diezman una economía sumergida para ir tirando por unas horas y por unos pocos euros. Como escribió Steinbeck, «los salarios disminuyeron y los precios se mantuvieron; y dentro de muy poco tendremos siervos otra vez».

Mi apreciado colega en esta sección, el jurista Ventura Pérez Mariño, resumía el asunto en un artículo (Hipotecas asesinas) en el que anotaba que la mitad de los desahuciados por ejecuciones hipotecarias en España ya son inmigrantes. Ejecuciones que dan cobertura a bancos, notarios, registradores, tasadores y procuradores. Cito yo a Steinbeck, en los años treinta del siglo pasado: «El banco, el monstruo, necesita obtener beneficios continuamente; no puede esperar, morirá; no, la renta debe pagarse; el monstruo muere cuando deja de crecer; no puede dejar de crecer».

Y es así que mientras mis colegas expertos de primer nivel reclaman reformas estructurales en el mercado de trabajo y les preocupa lo que valoran como su «lento ajuste», yo no sé cuanto tiempo podremos seguir gastando tres mil millones al mes para frenar y dar bálsamo a la ira. Para así evitar el resumen que hizo el premio Nobel de Literatura sobre la Gran Depresión: «La gente cómodamente en sus casas cerradas sintió lástima al principio y luego repugnancia y finalmente odio por los inmigrantes». En los sucesos de estas semanas la repugnancia, el odio y la sospecha amenazan con abrirse paso. Y eso que aún no estamos en período electoral.

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