Vivir sin morada

La Vanguardia, Eulàlia Solé , 09-04-2010

De un estudio auspiciado por la Fundació Jaume Bofill extraigo datos referidos a las personas carentes de hogar que viven en Barcelona. Son unas 1.800, que forman parte de la ciudadanía pero sólo suelen ser percibidas por los servicios sociales. Son un colectivo, compuesto por hombres en un 88%, que pasa la mayor parte del tiempo en la calle, aun debiendo congratularse de vivir en una ciudad de clima templado, porque de lo contrario sería aún peor. Tener como único techo el sol y las estrellas atañe aun33%, el resto se acoge por la noche a albergues o se refugia en carpas. Una consecuencia lógica de semejante situación son las enfermedades crónicas, más prevalentes cuanto mayor es el tiempo que se lleva a la intemperie.

En época de crisis económica aumenta el riesgo de encontrarse sin el amparo de cuatro paredes y un tejado, siendo así que el perfil típico de los desarraigados corresponde en especial al de una persona sin trabajo. En la encuesta de marras, sólo un 13% tenía empleo, cobrando de promedio 800 euros mensuales. Otras personas con estos ingresos disponen de vivienda, lo cual lleva a colegir que los motivos para acabar en la calle no son sólo económicos. También es cierto que más de la mitad no perciben ni salario ni subsidio alguno, y que otro 33% sólo cuentan con 275 euros al mes. Junto a factores económicos, los afectivos surgen como determinantes en alto grado. Antes de acabar en el asfalto, un 40% de los entrevistados vivían con la familia, vínculo que no mantienen.

Su soledad es tan inmensa como el manto del cielo, sobre todo el nocturno, ni que se hallen acompañados por otros desguarnecidos. Uno de los trastornos más frecuentes es el alcoholismo, y lo que el estudio no aclara es si lo padecían con anterioridad o han empezado a beber en la calle. Hay hábitos que se adquieren y otros que se pierden, como el de ir al médico. Si acaso creen que lo necesitan, y son una minoría, acuden a urgencias. Algunos quizá no poseen tarjeta sanitaria, puesto que la mitad son extranjeros y tal vez aún no están censados, pero es posible que otros sencillamente hayan perdido la capacidad de usarla. Eso de pedir hora, llegar puntuales a la consulta… Es lamentable que en nuestra avanzada sociedad continúen vigentes los personajes del siglo XIX que Charles Dickens plasmó en sus libros.

E. SOLÉ, socióloga y escritora

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)