«Habrá más vida en las calles»

El Correo, EVA MOLANO, 02-04-2010

No hay bilbaíno que se precie que no conozca al guineano Pascual Molongua, que anima con su música a pie de calle el Casco Viejo. Quizá sea el músico callejero más popular de la villa, por eso de que lleva años encarnando a Baltasar en la flamante Cabalgata de Reyes y por otros méritos, como su simpatía. Otros, como el guitarrista que se hace llamar Rafael Iraultxa también han tocado durante años en el barrio con más solera de la capital, mientras que algunos lo hacen por temporadas, para después emprender una peregrinación que a veces les devuelve al ‘botxo’.

La nueva ordenanza reguladora del Espacio Público afecta de lleno a la actividad de estos profesionales. La norma municipal obligará a los artistas a itinerar por diferentes emplazamientos, ya que instará a que se desplacen al menos 200 metros una vez hayan tocado 45 minutos en un punto. «Hay auténticos artistas, pero también algunos ‘kansagarris’, que si están muchas horas, molestan», ha ilustrado Tomás Del Hierro, director de la Oficina de Espacio Público.

Para algunos músicos esta medida supone una jugarreta, porque van «a piñón fijo, están acostumbrados a su calle, a su esquina», afirman. Pero el Ayuntamiento pretende evitar denuncias vecinales y altercados como el ocurrido con Wei Ming, un violinista coreano, en 2008. Conocido como ‘Vivaldi’ entre sus amigos, llevaba 6 años ejerciendo en Bilbao, pero la guardia urbana le confiscó su Stradivarius por generar quejas entre los residentes, que le acusaron de tocar «durante horas y horas» en el mismo punto de las Siete Calles. Otro de los motivos esgrimidos para privarle de su medio de vida fue el impago de las multas de 150 euros que acumulaba Ming por ejercer sin licencia de ocupación de la vía pública. El artista reunió 400 firmas para recuperar su violín.

Lo mismo le ocurrió al Rafael, quien afirma haber tocado «durante 22 años en el Casco Viejo, al lado de mi casa. Soy un ‘histórico’. Escogí ser bohemio en perjuicio de la docencia, porque me negué a enseñar a personas que no tenían el don». Dice que hace un año perdió la tarjeta que acreditaba su permiso y tuvo que pagar para recuperar su instrumento. Precisamente, una de las ventajas de la norma es que ya no será necesaria una autorización para realizar actuaciones musicales, lo que animará a muchos que han perdido su permiso. «Yo lo he pedido varias veces y lleva más de un mes de papeleos. Si sólo puedes comer de lo que ganas tocando, lo llevas claro», explica Iraultxa.

«No somos mendigos»

A los miembros del grupo ‘Galizia’, ucranianos que llevan un mes actuando en la Gran Vía y en la calle Correo, también les beneficia esta situación. «Así podremos tocar con libertad en cualquier parte de la ciudad, y el no requerimiento de licencia facilitará las cosas a los que vengan. Es bueno para los músicos, y habrá más vida en las calles», afirma Víctor, que pasó junto a su grupo el pasado verano en Bilbao.

La norma tampoco permitirá a los músicos pedir limosna tras ofrecer el espectáculo, lo que en la jerga de los músicos se conoce como ‘cestear’. Aunque esta práctica suele ser más común en el metro y habitual en otras ciudades europeas, los músicos bilbaínos no la ven con buenos ojos. «Eso es meter presión al público y deteriora la imagen de los músicos. Somos artistas y no mendigos», explican. ‘Rafa’, que no ejerce desde hace meses porque no ha renovado el permiso, incluso es partidario de que la norma sea más restrictiva, y que se haga «una criba profesional» de los músicos. «Es que dejan dejar tocar a cualquiera».

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