Después de siete años viviendo en Barcelona, viajaré en breve a mi ciudad natal, Lima. No pude hacerlo antes, pues solo tenía tiempo para trabajar. Soy un peruano de raíces navarras y catalanas, y llegué a España en el 2003 para conocer tierras mediterráneas y pirenaicas. Aquí encontré a gente estupenda; entre otros, mi mujer y mi actual socio, un catalán de pura cepa. Me integré, aprendí el idioma catalán, y con esfuerzo y dedicación monté una empresa con un tercer socio, ecuatoriano, un hombre tan o más trabajador que yo. Hoy en día, a pesar de la crisis, viajaré a Perú para exportar desde Catalunya mi experiencia y aportar a mi país todo lo que he aprendido en estos siete años. Soy arquitecto, y el haber vivido los años de bonanza – – y ahora los de escasez – – me llevan a la presente reflexión: muchos latinoamericanos vuelven a sus tierras y no quiero que lo hagan con un sentimiento de fracaso porque la crisis los haya golpeado duramente. Deben pensar que el tiempo que han vivido aquí es una experiencia enriquecedora; que sigan luchando. Sean de donde sean, han vivido aquí y han podido asimilar la cultura catalana. Tengo el orgullo de ser peruano y la satisfacción de haber conocido estas tierras, a estas gentes y sus costumbres.
Agradezco a Barcelona su cultura, las enseñanzas de las que me he nutrido durante siete años. No vuelvo ni fracasado ni arruinado, sino todo lo contrario. Vuelvo a mi querido Perú para llevar un trozo de Barcelona. Y, por supuesto, regresaré a esta ciudad con el orgullo de saber que me ha permitido ir a montar una sucursal de mi empresa en Perú, para poner una pierna allá y la otra acá (como decimos nosotros) y seguir labrando mi futuro a caballo entre Catalunya y Perú.