Empatía

La Razón, 15-03-2010

Veo venir que la palabra «empatizar» va a ser el próximo verbo de moda, tal como el adjetivo «sostenible» ha marcado nuestras vidas los últimos años. El péndulo de las modas es implacable y de la mano de la empatía vuelven ya aquellos coquetos reportajes en que el periodista se hacía pasar por uno de los eslabones más débiles de nuestra sociedad para contarnos lo malos que somos con los marginados y, en general, aquella filfa de la indiferencia de Occidente y tal pascual. Los periodistas nunca reconocen que provocan esos sufridos ejercicios para ganar notoriedad y sueldo. Intentan convencernos de que lo hacen para que «empatizemos» con los más desafortunados.

A mí, francamente, actuar y representar la desgracia de otros me resulta odioso. Los pobres, desafortunadamente, conocen muy bien la pobreza, no hace falta que se la cuente un periodista. Las víctimas del racismo y el machismo conocen muy bien ambas cosas y los machistas y racistas, no digamos. El casero que no quiere alquilar su casa a una marroquí con «hiyab» probablemente es por racismo. Pero el casero que no quiere alquilar su casa a una periodista disfrazada de integrista es más bien porque probablemente no quiere tener tratos comerciales con una delirante blanca de letras y clase media que sólo ha estudiado periodismo para pretender alquilar un piso haciendo una actuación deplorable, malamente disfrazada con un pañuelo en la cabeza.

Me pregunto por qué estos periodistas y presentadores empáticos siempre hacen de inmigrante ilegal o de indocumentado sin techo, en lugar de pasarse quince días en la unidad de aislamiento del oncológico mientras los torturan con agujas y catéteres como a los enfermos terminales. O esclavizándose a los estupefacientes durante un mes y comprobando cuánto se sufre con la voluntad rota. O sometiéndose a trato carnal obligatorio a cambio de una miseria de dinero. Eso sí sería empatía de la buena. Únicamente el morbo de una clase media enriquecida justifica la existencia de esas apresuradas crónicas de falsa penitencia moral.
 

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