Profesionales con raíces

Diario Sur, AMANDA SALAZAR asalazar@diariosur.es, 07-03-2010

Son los gitanos invisibles. Familias que pasan inadvertidas en la sociedad actual. Trabajan, estudian, educan a sus hijos y mantienen sus tradiciones adaptándose a su entorno. Pero, ¿y su entorno? ¿Ha aprendido a conocerles a ellos? A pesar de que vivimos en una realidad cada vez más multicultural, parece que los viejos prejuicios aún persisten en el día a día.

Cuando se habla de los gitanos en los medios de comunicación, rara vez se explica que la gran mayoría de las familias romaníes están completamente normalizadas. Los titulares que se escriben sobre ellos suelen estar relacionados con la delincuencia y la marginalidad cuando, según datos de la Fundación Secretariado Gitano, sólo una de cada diez personas de esta etnia vive en situación de exclusión social. Cada vez más gitanos se incorporan a la enseñanza universitaria, a la formación profesional o crean sus propios negocios. «Hemos tenido que romper muchas barreras», señala Mar Torres, presidenta de la entidad en Málaga. Cuatro miembros de la comunidad – un empresario, un político e ingeniero, un profesor de instituto y una monitora de prevención – cuentan a SUR cómo ha influido esta inserción en el mundo laboral en sus vidas, sus tradiciones y sus costumbres.

Si tiene una puerta blindada en su casa, es probable que sea de la marca Segurestil. Lo que seguramente no sepa es que esta empresa la ha levantado un empresario gitano. Se llama Manuel Cortés y lleva 31 años en el negocio de las puertas de seguridad. Este jiennense asegura que la mayor virtud del empresario es ser ingenioso. «Es incluso más importante que ser emprendedor, porque puedes tener muchas ganas de crear tu propio negocio, pero si no sabes afrontar los problemas y convertirlos en ventajas, no te sirve de nada», dice. En todos estos años, Manuel ha empleado a más de medio centenar de trabajadores gitanos.

Empezó en el sector trabajando a los 17 años realizando artesanía en madera. Unos amigos le encargaron una puerta acorazada y ahí empezó todo. Ahora, acumula más de dos millones de euros en maquinaria repartida entre dos naves de más de 2.000 metros cuadrados cada una. De su fábrica salen cerca de 5.000 puertas al año y llegan a media España. Su secreto es intentar mejorar siempre. «Somos muy de ‘tengo veinte millones de pesetas, pues ahora a disfrutar’ porque no somos amantes del dinero; yo si tengo algo más de dinero intento invertir para modernizar el negocio», indica.

Para Manuel, lo más importante es dejarles a sus hijos un buen trabajo para que, cuando él falta, la familia siga estando bien. «Creo que eso es ser un buen padre, y puedes hacerlo dejándoles una empresa o dándoles unos estudios», dice. Cuatro de sus hijos trabajan con él y la quinta es licenciada en Geografía.

Manuel señala que nunca se ha sentido discriminado por ser gitano, y que la educación ha tenido mucho que ver con eso. Él tuvo la suerte de estudiar Primaria. «La falta de cultura es lo que hace que muchos gitanos no se adapten a su entorno», indica. Él sin embargo ha jugado a dos bandas. «He cogido lo mejor de los dos mundos», dice, aunque sabe que muchos de sus familiares y amigos piensan que se ha alejado de sus raíces. «Pero no es así, sigo las costumbres gitanas como el que más», asevera. Lo que más le llena de orgullo es saber que los jóvenes le respetan por todo lo que ha conseguido. «Yo les digo que pueden ser lo que quieran con un poco de esfuerzo, que no más hay límites para los gitanos que los que ellos se pongan». Un consejo valioso.

En la casa de Valle, las culturas se mezclan. La imagen de una virgen se une a apuntes, marcos de fotografías familiares y adornos hindúes que pueblan todo el salón. «Dicen que los gitanos venimos del Indostán, puede que por eso me atraiga tanto todo lo que viene de la India», indica Valle, que sigue estudiando en la Universidad a Distancia (Uned) Educación Social para completar su formación. Es monitora de prevención y lleva doce años realizando proyectos de atención socioeducativa contra el absentismo escolar o para la promoción de la mujer gitana. Aunque asegura que empezó esta carrera de forma casual y que fue el contacto con los niños y con las mujeres en los talleres de prevención del Ayuntamiento de Málaga lo que le hizo enamorarse de lo que hace. «A través del trabajo y la relación con la gente consigues un aprendizaje continuo por las dos partes», indica.

Actualmente, realiza talleres para mejorar las herramientas sociales de niños a partir de primero de ESO en Cruz de Humilladero. «No saben cómo expresarse, tienen la autoestima muy baja y eso hace que no haya buena relación con los otros; intentamos enseñarles a comunicarse a partir del respeto por ellos mismos y por los demás», indica. Y funciona. Para Valle, ese respeto es una parte muy importante de la educación, porque a partir de ahí se consigue un acercamiento entre culturas.

Valle nació en Córdoba en el seno de una familia de clase media. Sus padres le dieron estudios y ahora es ella quien inculca a sus hijos la importancia de tener una preparación para el futuro. «Sólo intento ser un ejemplo para mis hijos, pero sé que además de dejar mi testimonio como persona, también represento a una comunidad entera ante los no gitanos», explica Valle.

Una vez, un compañero de trabajo le preguntó si estaba segura de que era de esta etnia. «No encajaba en sus esquemas, porque tenía un trabajo o una casa normal y creía que todos los gitanos o éramos artistas o vendedores ambulantes», dice. Indica que los prejuicios se mantienen porque no hay un acercamiento real. «Si no conoces algo, lo temes, y lo que no se conoce no se puede apreciar; el cambio de la sociedad hacia la comunidad gitana debe hacerse desde un acercamiento de igual a igual», señala.

«Los gitanos llevamos la libertad por bandera; cuando nos saludamos nos decimos ‘sastipen tahj mestipen’, que significa salud y libertad; pero nada hace más libre a un pueblo que la preparación», señala José Antonio. Se sacó las oposiciones de profesor de instituto con 23 años y compagina sus obligaciones escolares con las clases de refuerzo para niños de familias en riesgo de exclusión en el Centro y en la barriada de Palma – Palmilla, que realiza junto a la Fundación Secretariado Gitano. Ya de niño sentía la vocación de ser maestro. En la casa de su familia, en Jaén, ponía a sus primos menores en fila y les daba clases. Así que, cuando tuvo la oportunidad, con el apoyo incondicional de sus padres, siguió estudiando BUP en la Universidad Laboral de Málaga.

Decidió ser profesor para ayudar a los niños de la comunidad romaní de las zonas más humildes. «Pensé que sería más fácil para mí por ser gitano acercarme a ellos para que aprendiesen», señala. Casado con una mujer de su misma etnia, tiene dos hijos y espera que sean los próximos universitarios de la familia. «La situación de los alumnos gitanos ha cambiado mucho; ahora lo raro es que no vayan a la escuela y las familias ya tienen muy claro lo importante que es que asistan al colegio», dice. El reto ahora, señala, es bajar el fracaso escolar. «Si en general un 30% de los alumnos no acaban la Secundaria, en nuestro pueblo suponen un 80% y ahí es donde debemos trabajar», indica. Como siempre, lo hará con una tiza y un borrador en la mano.

Juan Ignacio pertenece a una familia gitana donde abundan licenciados, ingenieros y empresarios. Vive en Ronda y allí, dice, hace ya muchos años que los gitanos viven en completa armonía con el resto de los ciudadanos. «Seguimos manteniendo nuestras costumbres. La familia, por ejemplo, es el eje de todo. Tenemos un gran respeto por nuestros mayores, conservamos esa alegría que nos caracteriza, pero por todo lo demás, nos parecemos a cualquier otra familia rondeña», señala.

Juan Ignacio es el presidente de Nuevas Generaciones del PP en Ronda y fue director del área de Juventud del Ayuntamiento mientras que su partido estuvo al frente del Gobierno municipal. Además pertenece a la ejecutiva de Nuevas Generaciones a nivel provincial y autonómico. Además, está terminando Ingeniería. Dice que sus inquietudes políticas le vienen de la misma curiosidad por conocer el funcionamiento de las cosas que le ha llevado a estudiar su carrera.

Pero sabe que también tiene una responsabilidad con su pueblo. Por primera vez, dice, los gitanos empiezan a tener representación en los partidos y en las administraciones. «¿Quién mejor que un gitano para defender sus intereses e invitarles a que participen con su voto?», pregunta. Para mejorar muchas cosas, añade, la comunidad gitana debe hacerse visible en estas esferas.

Juan Ignacio sabe que todavía existen muchos prejuicios sobre la comunidad romaní. «El gitano siempre ha sido muy trabajador, pero sólo se habla de los que viven en ambientes marginales, donde la promoción es más difícil; sólo decir que vives en Los Asperones echa a muchos empresarios para atrás», concluye. Aunque cree que el cambio está más cerca que nunca.

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