Vitoria, 4 torres y 5 mezquitas

El Correo, MARÍA ZABALETA, 07-03-2010

Si cualquiera de nuestros ancestros pudiera volver a la vida para darse un paseo espectral por ciertas zonas de su ciudad, seguramente pensarían que la máquina del tiempo les estaba gastando una broma. Aquella Vitoria en la que toda o casi toda la población era blanca, vestía de manera acorde a la clase social de cada cual, se recogía en casa a la misma hora, acudía en peregrinación a las misas ‘de domingo’ y sólo había visto extranjeros exóticos en las películas viajó con ellos a una vida mejor. Ahora, Vitoria tiene la piel de ébano, los ojos rasgados y viste chilaba o chador.

La capital alavesa tiene, de hecho, la mayor tasa de inmigración de Euskadi – un 10% frente al 8% de Bilbao y al 6,5% de San Sebastián – y, casi un tercio, rinde culto a Alá. Dicho de otro modo, ya son cerca de 8.000 los ciudadanos empadronados en la capital que siguen la doctrina del Islam, «una religión y una forma completa de vida» que los musulmanes articulan alrededor de las mezquitas, su lugar sagrado, su epicentro civil y la verdadera balanza para calibrar el peso de la comunidad islámica en cualquier lugar.

Pues bien, Vitoria cuenta ya con cinco, diseminadas por el Casco Viejo, San Cristóbal y Coronación. ¿Insuficientes o demasiadas? Lo primero, si son los fieles quienes responden; lo segundo, si se compara con la estadística europea. Y es que, si la proporción de mezquitas en países como Alemania o el Reino Unido es de una por cada 1.660 musulmanes, en Vitoria hay ya una por cada 1.500 islamitas. «En estos países – explica el sociólogo municipal Luis Mendizábal – el fenómeno de la inmigración se empezó a dar mucho antes y, por lo tanto, la integración de estas personas es, a día de hoy, mucho mayor. Su postura religiosa también es más laxa y los nexos de identidad con su pasado menores porque muchos ya no son inmigrantes, sino alemanes, ingleses o franceses».

Sea como sea, lo cierto es que las mezquitas son mucho más que un espacio de culto y oración para la gran mayoría de los musulmanes. Son también un lugar de colecta – el Islam declara que los islamitas deben donar aproximadamente una cuadragésima parte de sus bienes a la caridad – , además de un centro de enseñanza y de educación y un lugar de reunión comunitaria. «Puede parecer extraño porque la religión no domina la vida en Occidente, pero los musulmanes la consideramos como algo decisivo en nuestra vida y no hacemos ninguna división entre lo secular y lo sagrado», expone Mohamed Badrkhane, 33 años, marroquí y portavoz de la mezquita Sunna, en la calle Barrancal.

La primera, en 1998

Ubicada en una antigua fábrica de bobinas propiedad a día de hoy de la comunidad, esta mezquita, que toma su nombre del libro sagrado que recoge «los dichos y hechos del profeta Mahoma», es la más antigua de la ciudad. Se abrió en 1998 y cerca de un centenar de personas se reúnen allí cada día para orar en dirección a La Meca.

Es, también, la única cuyo imán – o ‘imam’, como se apresuran a corregir los propios fieles – posee la formación especial que se imparte en las universidades árabes. Y es que, aunque en Occidente se tienda a pensar que los imanes son el equivalente musulmán de los sacerdotes cristianos o de los rabinos judíos, lo cierto es que no es así.

En principio, un imán puede ser cualquier persona que conozca bien el ritual del rezo, «que sepa de memoria el Corán y la Sunna» y que sea visto por el resto de la comunidad como una suerte de «autoridad moral». Es el caso de Ahmed Ben Salem Boukhari, que guía los cinco rezos diarios que decreta el Islam desde la mezquita Al – Taqua, en San Vicente de Paúl.

Boukhari lleva más de media vida en Vitoria, adonde llegó «para buscarme la vida» y a la que 47 años después apenas reconoce: mezquitas que conviven con las iglesias católicas de toda la vida, carnicerías especializadas en los gustos de moros y cristianos, restaurantes pakistaníes, indios o turcos, y marroquíes, argelinos, mauritanos, senegaleses e iraníes reunidos detrás de esa «puerta abierta» al mundo musulmán que, en ningún caso, asegura Ahmed Zannouti, «vive de espaldas a la integración».

Así describe este marroquí de 37 años el espíritu que se respira en el interior de la mezquita Annour – belleza, en su traducción al español – , ubicada también en San Vicente de Paúl y la tercera a la que da cobijo el Casco Medieval. En ella, como en la de Barrancal, también se imparten clases de árabe a los niños nacidos aquí y a las mujeres, analfabetas en su mayoría. Y, al igual que el resto, se financia mediante «donaciones» de los fieles, a los que los viernes – el día grande para los musulmanes – se les suele quedar pequeña.

La meca de los paquistaníes

De ahí que en los últimos dos años la comunidad islámica de Vitoria haya abierto dos nuevos locales de encuentro y oración. En la calle Tenerías, en el barrio de Coronación, se encuentra Al – Madani, la meca de los paquistaníes. De creencias islamitas, la barrera del idioma – hablan urdu o punjabi en vez de árabe – les movió hace ya dos años a abrir su propio lugar de culto. «Antes, íbamos a la mezquita de Barrancal y nos sentábamos allí como tontos porque no entendíamos nada», reconoce su responsable, Iftikhar Ahmed Bigum.

Al – Madani fue la primera mezquita que salió de las trincheras del Casco Viejo y consiguió sentar un precendente. Y es que, en 2008, una década después de la apertura del espacio sagrado de Barrancal, Algos – la gran mezquita de Jerusalén – buscó su réplica en miniatura en San Cristóbal.

No exenta de polémica, la convivencia entre moros y cristianos parece, a día de hoy, apacible por más que los últimos estudios sociológicos hablen de una cierta sensación de «invasión» a la que Luis Mendizábal evita dar importancia. «Las opiniones son muy volubles y, aunque el otro siempre nos crea recelos y prejuicios, debemos ir acostumbrándonos a un cierto cosmopolitismo». Y es que, si en los años cincuenta, la inmigración llegaba desde «el pueblo de al lado», ahora el intercambio es «mundial». Y la Vitoria de las cuatro torres también lo es de las cinco mezquitas.

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