Los de fuera

Diario Sur, MANUEL ALCÁNTARA, 06-03-2010

El club de los xenófobos está reclutando muchos nuevos socios en Europa. A casi todos los que recibimos con los brazos abiertos ahora les queremos echar a patadas, sin siquiera agradecerles los servicios prestados o alquilados. La hospitalidad es una alta virtud, aunque les alojáramos en sótanos. La Biblia recomienda su práctica y dice que «algunos han albergado ángeles sin saberlo». Lo que ocurre es que si prolongan mucho su estancia lo ponen todo perdido con las plumas que desprenden. De ahí el sórdido refrán español que asegura que los huéspedes y la pesca al tercer día apestan. Mucho más cuando no hay nada que pescar en el río revuelto de la crisis económica.

Los inmigrantes empiezan a estar mal vistos en casi toda Europa, incluida la muy acogedora y civilizada Holanda. Han pasado de ser un necesario refuerzo laboral a considerarse unos intrusos. Eso de la ‘aldea global’ es un camelo y en todas las ciudades han nacido tribus agrupadas por el indestructible vínculo de haber nacido en el mismo sitio, de hablar el mismo lenguaje y de profesar, con más o menos ímpetu, las mismas convicciones religiosas. Sus descendientes, si la fortuna no les pone mala cara, llegarán a integrarse, pero ellos aunque practiquen distintos oficios, serán siempre de profesión ‘extranjeros’.

Llamamos extranjero a todo el que es natural de otra nación, pero no hay nada más natural que nacer en algún sitio, sea el que sea. Nadie escoge su centro de acogida en el mundo, que es un lugar muy poco acogedor para la gran mayoría de sus pobladores. Muchos de los que vinieron de fuera tendrán que volver a irse. Eso de vanagloriarse del sitio donde nacimos, sin haber participado en la elección, le cabreaba mucho a Schopenhauer, que era muy propenso a indignarse. A ese tipo de patriotas les llama «imbéciles execrables».

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