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La extrema derecha marcha hacia el Parlamento británico

Las Provincias, ÍÑIGO GURRUCHAGA CORRESPONSAL | LONDRES., 06-03-2010

«Me tapo la cara para proteger a mi familia, porque otros miembros de la Liga de Defensa Inglesa (EDL) han recibido amenazas de muerte. Somos perseguidos en nuestro propio país por defender nuestra identidad», decía un hombre joven, de quizás 25 años, encapuchado en negro, en uno de los pocos días de sol del largo invierno, y con el rostro cubierto por una tupida red también oscura.

Es de Derby, antes era miembro del Partido Nacional Británico (BNP), pero se unió a la EDL porque le gustaron las primeras manifestaciones de la Liga, que se fundó en Luton hace año y medio como respuesta a los insultos que grupos de musulmanes radicales lanzaron a las tropas de un regimiento británico que desfilaban tras regresar de Irak.

«Lo que diferencia a la EDL del BNP es que no somos racistas», decía el hombre embozado frente a la puerta del museo Tate, en una cacofonía de ideas y eslóganes con sus correligionarios, todos empeñados en hablar al mismo tiempo. «No somos racistas, un musulmán es bienvenido en la EDL».

Sería extraño que un musulmán simpatizase con esta Liga. Tras el grupo de embozados, otro congregado llevaba una pancarta con el lema ‘No más mezquitas’. Y estaban allí para caminar hasta el Parlamento, donde a esa hora el diputado holandés Geert Wilders presentaba al fin su película y sus argumentos, entre ellos el de prohibir El Corán.

A Wilders el Gobierno le negó la entrada en el país en febrero del pasado año, porque su presencia podía provocar disturbios. Esta vez no hubo reparo a su visita, presentó su película y ofreció una conferencia de prensa, invitado por el Partido de la Independencia de Reino Unido(UKIP), que aboga por la retirada británica de la Unión Europea. Y hubo incidentes.

En la EDL que marchó al Parlamento para dar la bienvenida a Wilders – no eran más de 250 – hay un sector futbolístico. Algunos cánticos, como ‘Yo soy de Inglaterra hasta la muerte’, son típicos de las gradas. Algunos argumentos tienen eco más allá del grupo. Un hombre de unos 35 años explicaba que se le discrimina en nombre del multiculturalismo, que su hija no puede ir a la escuela con una toca blanca y roja porque incumple el uniforme escolar, pero las chicas musulmanas pueden ir con sus prendas.

Un policía que formaba parte del aplastante despliegue escuchaba las palabras del manifestante. «Al final hay gente que tiene el valor o siente la frustración para plantarse», decía privadamente, con obvia simpatía por lo que escuchaba.

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