LA 'NARCOFORTALEZA' / Radiografía de la casa y del clan

Las familias del clan despachaban las 24 horas del día

El Mundo, LUIS FERNANDO DURAN, 25-02-2010

No había descanso en el ‘búnker’ de la droga de ‘Los Gordos’. Las familias del clan se repartían la venta por tramos horarios. Cada una se llevaba el dinero que sacaba La narcofortaleza de Los Gordos no cerraba nunca. En el interior de la casa se vendía droga las 24 horas del día. Según fuentes de la investigación, el clan de Los Gordos estaba integrado por varias familias. «Ellas se repartían los tramos horarios y sus ganancias», indicaron.


Por la vivienda podían pasar al día, para comprar y consumir droga, hasta 1.000 personas, por lo que se trata de la desarticulación del mayor punto de venta de droga «al menudeo» de Madrid.


La afluencia de clientes era de tal magnitud que el clan disponían de postes metálicos con cintas extensibles para ordenar a las personas en fila de a uno. «Había colas de hasta 100 personas, por lo que estaban ordenados en forma laberíntica por los postes extensibles en un habitación de 60 metros cuadrados», indicó un responsable policial.


En el interior de la casa, donde se vendía la droga, estaban prohibidos los teléfonos móviles. «Los clientes debían dejarlos en una bolsa antes de entrar, el que no lo dejaba no pasaba», según los agentes.


Dentro del clan los hombres eran los menos trabajadores. Se encargaban de traer la droga a mediana escala. «Las partidas que solían llevar era de un kilo», según las mismas fuentes.


En la casa las tareas de corte, manipulación y venta corrían por cuenta de las mujeres. Ellas se dedicaban a despachar la droga durante las 24 horas del día en turnos rotatorios, en una mesa en la que había un cartel con las indicaciones que debían seguir los yonquis y que estaba firmado por «la Dirección», según un responsable policial. Cuando los agentes irrumpieron en la vivienda dos las cabecillas del clan, dos mujeres de etnia gitana de 50 años, se encontraban sentadas frente a una mesa con cuatro platos que contenían la droga. A su vez eran ayudadas por dos mujeres que se encargaban de empaquetar las dosis.


Las vendedoras tenían sobre la mesa un cesto de mimbre en el que depositaban los billetes y las monedas. En el momento en que se llenaba el recipiente se introducían parte de los billetes en una caja fuerte en cuya parte superior habían hecho una abertura a modo de hucha, para facilitar la operación.


Junto a la casa había un solar que se utilizaba como lugar de aparcamiento por parte de los toxicómanos. Hasta allí llegaban las cundas (rutas de toxicómanos desde la capital a los poblados para adquirir droga).


La narcofortaleza era empleada sólo como punto de venta. El clan tenía otra chabola cercana donde residían sus miembros.


Pese a este golpe la Policía asegura que al menos puede haber otras 25 casas más que siguen vendiendo polvo blanco y caballo. Las hogueras, por tanto, seguirán ardiendo cada noche en la truculenta senda de la Cañada Real.

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