BULEVAR

Un barrio que sea digno

El Mundo, NÚRIA CUADRADO, 24-02-2010

EN MI BARRIO, también. Y aunque pensé que no había motivos, empiezo a dudarlo.


Desde hace unos meses, los balcones de mi barrio cuentan con uno de los adornos más recurrentes de la ciudad: una lona blanca donde se lee «Volem un barri digne». Como en el Raval, como en calles cercanas a esa plaza de las Glòries que tiene que cambiar pero que no encuentra su momento.


Vivo en Poble Sec, en la falda de Montjuïc. Una zona, aunque muchos no acaben de verlo, privilegiada: pocas en Barcelona tienen tanto verde, pocas conservan el espíritu de antaño pese a recibir su buena dosis de inmigración, pocas son más céntricas aunque uno tenga la impresión de vivir en las afueras. Y, además, pocas deben haber sufrido tantas obras de mejora en los últimos tiempos: aceras nuevas con árboles que se harán frondosos, nuevos parques como el de la Primavera, plazas renovadas como la de la Bella Dorita delante del Molino…


La evidencia de las mejoras – y, no nos engañemos, el precio de los pisos – es la causa de que el tipo de vecinos de estás calles esté cambiando: no sólo por la llegada de inmigración de países pobres sino también porque se están instalando jóvenes, muchos extranjeros comunitarios, un grupo de artistas. Y, con los nuevos vecinos, también ha llegado un nuevo comercio: bares y restaurantes que empiezan a situar el Poble Sec en la misma ruta de ocio que el Raval o Gràcia.


Por todas estas razones, al principio, no entendí los carteles reivindicativos. Incluso, pensé que entrábamos en una espiral de crítica exagerada y que nos estábamos instalando en la cultura permanente de la queja.


Pero algunas de las cosas que he visto estas últimas semanas me llevan a pensar que quizás me he equivocado. Que las cosas están cambiando y que, es cierto, hay que actuar antes de que sea tarde y el Poble Sec se convierta en un segundo Raval degradado.


Hace dos o tres días me encontré unos yonquis pinchándose en el pipi – can del parque de la Primavera. Mediodía con sol y mucha gente paseando: buena parte turistas de camino a Montjuïc. Anoche – no crean que de madrugada; eran poco más de las nueve – , en ese mismo parque, tropecé con un colchón viejo y, encima, un par de jeringas usadas y las gomas que habían ayudado a encontrar venas donde clavarlas. Por ese mismo parque, zona de juegos de los chavales del barrio, vecino de una escuela, se pasea a todas horas del día un hombre esnifando cola; un hombre que grita a quien pasa por su lado, que se masturba ante quien le mira…


El cambio es reciente. Quizás coincida con la mayor vigilancia policial que se vive ahora en el Raval. Pero de nada sirve echarlos de una calle si se van a la de al lado. Yo también quiero un barrio digno. El mío.

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