Un sij entra en el templo del racismo británico

El Mundo, EDUARDO SUÁREZ. ENVIADO ESPECIAL, 22-02-2010

Rajinder Singh es la primera persona que, sin ser blanca, se afilia a un partido político xenófobo y de extrema derecha Wellingborough (Reino Unido)


Lo primero que sorprende de Rajinder Singh es que es un sij sin barba ni turbante. La primera se la afeitó cuando llegó al Reino Unido hace cuatro décadas. El segundo se lo pone sólo para posar en las fotos de prensa. «Me los quité porque quería integrarme en el país que me acogía», explica. «Mi máxima siempre ha sido la misma: ‘Allá donde fueres, haz lo que vieres’»


La máxima ilustra otra de las excentricidades de Rajinder: su gusto por la extrema derecha, que se ha traducido esta semana en su afiliación al xenófobo Partido Nacional Británico (BNP, en sus siglas en inglés). Un paso que nunca antes había dado un ciudadano que no fuera blanco. Básicamente porque no lo permitían los estatutos del partido, que se fundó en 1982 y ha crecido al calor del desaste laborista.


Si el BNP admite ahora a Rajinder es sólo porque le ha forzado a hacerlo una sentencia judicial, que declaró sus estatutos ilegales y discriminatorios. Hasta ahora sólo podían ser miembros del partido los «indígenas caucásicos». Es decir, los ciudadanos blancos. Una categoría en la que no entraba Rajinder, que nació en 1931 en una aldea punjabí.


¿Por qué unirse entonces a un partido que hasta hace unos días no lo hubiera admitido? «Porque este país está empeorando por momentos y el BNP es el único partido que puede hacer algo por mejorarlo», explica Rajinder. «El Reino Unido no es el país al que yo llegué en 1967. Los británicos están preocupados y el BNP no es más que la expresión de esa preocupación». ¿Y no le escama que le acepten sólo porque se lo ha ordenado la Justicia? «No. Al principio los niños van a la escuela a la fuerza. Luego lo hacen por costumbre. Sólo después de un tiempo van voluntariamente. Supongo que me utilizan. Pero lo hacen por una buena causa».


El BNP es aún un partido insignificante, pero en los últimos meses ha experimentado un auge que le llevó en junio a ganar dos escaños en la Eurocámara. Básicamente por dos motivos: el incremento de la inmigración y el descrédito del laborismo. Dos factores que no convencen a Rajinder, que se ha afiliado al BNP persuadido por su discurso contra el islam, que comparte y valora.


Una postura que nace de su propia experiencia personal: los escuadrones paquistaníes lo dejaron huérfano y le obligaron a cruzar la frontera india en pos de un lugar seguro con su madre y sus hermanos. «El islam es una religión de odio», proclama dogmático. «El Reino Unido va camino de convertirse en una república islámica y yo sé perfectamente lo que ocurre en una república islámica. El Corán es un libro tan peligroso como Mein Kampf y mucho más leído». Son palabras gruesas. Pero suenan casi melifluas en los labios de Rajinder, que las pronuncia en el salón de su casa de Wellingborough con voz suave y profundamente persuasiva.


Rajinder tiene 78 años y desde la muerte de su esposa vive solo. Lo acompañan una inmensa pantalla de plasma y las visitas ocasionales de sus hijas, que le cocinan o le tienden los calzoncillos en el baño del piso de arriba. Es un adicto a internet y a los autores anti islámicos pero también a autores de culto como Julian Schnabel o Romain Rolland.


Profesor cultivado


Son detalles que lo alejan aún más si cabe del perfil del votante del BNP: casi siempre ignorante o iletrado. Rajinder no lo es. Y no sólo por su biblioteca sino por su formación. Durante décadas ejerció como profesor de Primaria en el Reino Unido. «Me costó conseguir un empleo porque no querían indios», recuerda. «Pero me recorrí el país de punta a punta hasta que en una escuela me cogieron y allí me llevé a mi mujer».


Durante sus años en la escuela nunca se metió en política. En realidad no lo hizo hasta 2001, cuando irrumpió para defender a Nick Griffith – líder del BNP – en un juicio por discriminación racial. Desde entonces le han llovido las críticas pero no le importa: «Todos los sijs y los hindúes deberían unirse al BNP. Sólo así podremos parar las agresiones del islam».


Rajinder es amable hasta el extremo con el periodista. Primero le invita a comer con sus amigos jubilados en un centro de día. «Aquí mejor no hablamos de lo nuestro», dice en voz baja y guiñando un ojo en busca de complicidad. Luego se lo lleva a su casa y le pone una taza de té con un trozo de pastel. Y a última hora de la tarde se empeña en llevarle al flamante templo sij de la localidad de Bedford, donde asegura que acude a menudo a rezar.


Al principio, no hay nada que rechine. Rajinder se descalza y se anuda un pañuelo naranja en la cabeza. Saluda a uno de los ancianos y degusta los manjares del templo como uno más.


Con el pie casi en el estribo, sin embargo, se le ocurre hacer una foto a unos niños que están aquí para su lección de música semanal. Un gesto que llama la atención del profesor: un sij barbudo de rostro adusto que no tiene más de 30 años. «¡Borra ahora mismo esa foto!», espeta a Rajinder. Y a partir de entonces el templo se vuelve un lugar hostil. «Usted es periodista, ¿verdad?», dice el joven. «No sé lo que le habrá dicho pero este señor no es un sij. ¿No ve que no tiene ni barba ni turbante? Dice que es un sij pero cada vez que lo dice nos mancha el nombre. Por eso quiero que borre esa foto. Porque sé que si no la va a publicar en internet y la va a utilizar para su propaganda racista». Y luego a Rajinder: «Váyase. No quiero volver a verle por aquí».


El viejo baja las escaleras cabizbajo y recompone en el coche el discurso como puede: «Es mejor que usted vea estas cosas, así tiene una visión más objetiva de la realidad».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)