La leyenda de los 'Bartolos'

El Correo, IOSU CUETO, 14-02-2010

Benita Pargaray García, del clan de los ‘Turibios’, tenía una misión en la vida: sacar adelante a sus churumbeles aunque fuera robando. Lo mejor era cuando relataba las anécdotas sobre las gallinas. «Me acercaba a la casa, las llamaba con ‘jumé’ – pan duro – y cuando se agrupaban, agarraba a las que podía por el pescuezo… ¡y al saco!», contaba en 2003 ante un coro de carcajadas.

Entonces vivía en la calle Herrería y era el símbolo de un pueblo perseguido y marginado que llegó a Álava hace 600 años. La ‘faraona’ de los gitanos incluso parió alguna vez debajo de un puente. Tuvo 7 hijos, 44 nietos, unos 60 biznietos y un número incontable de tataranietos. Quién le iba a decir que uno de sus chavales, sangre de su sangre, iba a poner nombre al clan más polémico de Vitoria: Los ‘Bartolos’. Desde los 90 ocupan un desconchado bloque ubicado en el número 68 de la avenida de los Huetos. A nadie se le ocurre pisar esa parcela, salvo que viva ahí o sea de la familia. Con sólo escuchar la dirección, algunos policías y agentes sociales se echan a temblar.

Pero, ¿qué hay de cierto en la leyenda que rodea a este colectivo? La abundante documentación que corre por el Consistorio y por los juzgados se queda corta. Por eso, EL CORREO ha intentado reconstruir la historia de Bartolomé Cortés y su mujer, ‘La María’, con la ayuda de policías, agentes sociales, políticos y vecinos que han tratado con ellos y saben dónde acaba el relato y empieza el rumor. Hablan de forma anónima. Nadie quiere problemas. No es fácil, ni mucho menos, desvelar los secretos de una crónica silenciada por sus propios protagonistas y por el Ayuntamiento, incapaz de culminar la reinserción del clan durante décadas.

Bartolomé Cortés Pargaray (Bilbao, 1935), y su mujer, María Cortés, que ronda los 60 años, tuvieron nueve hijos que les han dado una veintena de nietos y al menos tres biznietos. Y no han vivido siempre en la avenida de los Huetos, como se ha asegurado en más de una ocasión.

Carrera por los tejados

Las primeras referencias de su presencia les sitúan en los años 70 en los viejos campos de cultivo del actual barrio de Salburua, donde diversos trabajadores sociales les vieron ocupar edificios vacíos y vivir entre el barro y la miseria. Hay quien les recuerda en una casa ya derribada del Aeroclub Heraclio Alfaro, donde en una intervención judicial se llegaron a encontrar diversos objetos que habían desaparecido de chalés cercanos, entre ellos «un armario de tres metros». Ellos lo negaron todo. No sabían cómo había llegado allí el material, entre el que se encontraban siete bombonas. «Para haber volado».

Los ‘Bartolos’ también vivieron en el cantón de Anorbín, en la esquina con la Zapa. La figura de Bartolomé empezó a cobrar fuerza, con su melena de cantaor, su gorra y su garrota con punta de acero. Con ella «daba un toque en las barras de los bares» para llamar la atención de los camareros y pedirles una consumición. En una ocasión, un ‘soplo’ a la Policía Local provocó que una patrulla acudiera a la casa del clan. Hubo una persecución que terminó en los tejados del Casco Viejo, como en las películas. Dos personas fueron detenidas y se confiscaron «un revólver y una escopeta».

Los episodios se multiplicaban. Como cuando en una ocasión un hijo del clan, que entonces era un niño, fue detenido acusado de robar una cinta de vídeo. Se negaba a hablar y su padre se hartó. Fue exactamente a las cuatro de la madrugada, después de varias horas de interrogatorio. El sopapo de Bartolomé se oyó en toda la comisaría. «Y el chaval habló, claro». Se devolvió la cinta y asunto zanjado.

Un programa municipal liderado por el ex alcalde José Ángel Cuerda en los años 80 sirvió para trasladar al grupo. Un estudio desveló que buena parte de la población joven del Casco Viejo era gitana. Los mayores eran payos, y la frontera social parecía garantizada de cara al futuro. Por eso, el Ayuntamiento decidió articular un plan para que 50 familias calés cambiaran sus pisos en la almendra por otros en diversos puntos de Vitoria.

La negociación para intercambiar la vivienda de los ‘Bartolos’ fue «difícil». Primero terminaron en un bloque de Arriaga ubicado frente a la llamada ‘casa del Sida’ que fue derribado. El triste recorrido de la familia continuó por la calle Galicia – donde hubo sonoras protestas vecinales – hasta acabar en el edificio de la avenida de Los Huetos, donde reside todavía. Está allí desde finales de los 90 – hay constancia de que los caballos, perros y gallinas de Bartolo invadían la carretera cercana al Zadorra en 2000 – . El líder de la familia está empadronado en el primero derecha del número 68 desde el 17 de junio de 2002.

Y allí empezó la leyenda de los ‘Bartolos’. Primero ocuparon un piso, luego el resto de vecinos se quejaron y el Ayuntamiento les trasladó a otras zonas. Nadie quería ir a vivir allí, y los hijos de los ‘Bartolos’ compraron las viviendas. «Pero todas son suyas, es mentira que echaron la puerta abajo», precisan diversas fuentes.

Todo el que haya visitado el bloque, donde las ratas campan a sus anchas, sabe que para entrar hace falta el permiso de ‘La María’. En los últimos años el inmueble ha estado en el ojo del huracán por la suciedad en la parcela, que ha provocado las quejas de los trabajadores del mercado de mayoristas, situado a escasos metros.

Lo cierto es que los uniformes no impresionan demasiado en esa casa. En una intervención policial para olvidar, un chaval le mordió la pierna a una agente, mientras una mujer la amenazaba con una olla desde una ventana. Le sustrajeron la porra y la golpearon con ella. Los policías más expertos también sudan lo suyo en ese lugar. Otro de ellos se enfrentó a una chica del clan que intentaba coger agua forzando una toma de la acera. La joven «se dio la vuelta, se arañó el pecho y gritó que la estaban violando. Salieron todos con navajas y le querían matar. Le denunciaron por agresión sexual, pero la juez le dio la razón al policía».

La ruptura

Pero el punto de inflexión llegó en marzo de 2007, cuando la familia se enfrentó con el patriarca de la comunidad gitana y líder de la asociación Gao Lacho Drom, Bartolomé Jiménez. Un hijo de ‘la María’ y de Bartolomé Cortés disparó al techo y tras la disputa se desató una batalla campal entre los dos colectivos en la avenida de los Huetos. El asunto se zanjó con la ley gitana en la mano: destierro para el joven de seis meses.

Los testimonios aportan ahora nuevos datos. Como que la disputa fue porque el Ayuntamiento estaba a punto de realojar a los ‘Bartolos’ en tres pisos y la operación empezó a correr peligro porque faltaba algún papel. «’La María’ habló con un hijo suyo y el chaval se marchó y volvió como drogado y tenía una pistola. Su propia mujer le empujó la mano para desviar los dos tiros». Tocaba destierro de por vida, pero como varios gitanos hirieron después a Bartolomé Cortés «se dejó el castigo en seis meses», recuerdan.

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