"Aunque mi mamá se oponía, él se quiso ir a Afganistán"

El País, CAMILO S. BAQUERO, 02-02-2010

Cuando John Felipe Romero Meneses llegó a España, hace tres años, no solamente dejó su casa en Soacha, en el área metropolitana de Bogotá. También cambió la guitarra por el fusil. A su afición por grupos de rock como Green Day le salió competencia: el pabellón militar español. Su hermana Natalia asegura que no dudó en ofrecerse como voluntario para ir a Afganistán, incluso en contra de los deseos de su madre. Y allí se fue el 13 de noviembre. Y allí murió ayer, cuando un artefacto explosivo estalló al paso del convoy cerca de la población afgana de Sang Atesh.

En la vivienda de los Romero Meneses, en Mollet del Vallès, a unos 20 kilómetros de Barcelona, el dolor por la muerte de un hijo se combate con infusiones. El piso, ubicado en una calle tranquila de un barrio obrero, es un pedazo de Colombia en España. Su salón lo decoran una decena de fotos de la familia sonriente, de los padres que se abrazan, de algún cumpleaños feliz. La del joven moreno, apuesto, vistiendo su traje camuflaje.

“Una fiesta sin él no era una fiesta. Era él el que siempre contaba los chistes”, recuerda con cariño su hermana, una adolescente que va al instituto, viste de negro y de vez en cuando se friega sus ojos rojos de llorar.

La felicidad de la familia llegó a su cenit cuando se reunificaron hace tres años. El padre, que trabaja en una cadena de alimentación, había emigrado a España hace nueve años. La misma historia otros tantos compatriotas: buscar una vida mejor lejos de casa. Al cabo de seis pidió la reagrupación familiar.

Romero Meneses ingresó en el Ejército tan sólo un mes después de aterrizar en España. “No había muchas más opciones”, explica su hermana. Para el entrenamiento militar fue enviado a Cáceres y después se le destinó en el Regimiento de Cazadores de Montaña Arapiles 62 con bases en Barcelona y Sant Climent Sescebes (Girona). “Allí tenía muchos otros amigos colombianos, eran su pandilla. Se fue con muchos de ellos para Afganistán. Todavía no sabemos si ellos están bien”, asegura Natalia, visiblemente preocupada. El joven visitaba a su familia con frecuencia. “Él era el rey de la casa, siempre lo esperábamos con un gran churrasco y mucha comida colombiana”, recuerda una amiga de la familia. Los padres difícilmente musitan palabra. La novia, una joven morena, también colombiana, tiene la mirada perdida y tiembla con los brazos cruzados, envuelta en un jersey oscuro.

A pesar de la distancia, la familia se comunicaba con frecuencia a través de Internet y mediante llamabas telefónicas. “Nos contaba muchas cosas de su trabajo, de sus viajes. Estaba muy contento. La verdad es que se le veía feliz. Nos contaba que ahí las cosas eran duras, pero él sonaba muy animado con lo que estaba haciendo”, cuenta la hermana. La última vez que se comunicaron, el sábado vía telefónica y ayer por Messenger, todo marchaba bien.

Los tres años que estuvo en el Ejército también le cambiaron la vida a John Felipe. “Le había dejado de gustar la música rock y prefería la música latina”. El tenso ambiente de la cocina se rompe un instante con unas sonrisas. Alguien ha recordado uno de los chistes que a menudo contaba John. No lo pueden contar, se disculpan, porque les parece muy soez. “Es algo irónico”, musita uno de los presentes, ya un poco más relajado. “Venimos de un país violento. Pero ha sido en España donde la violencia nos ha alcanzado a nosotros”.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)