Crónica negra

Sanguinarios del Este

La Razón, 31-01-2010

A las ocho de la tarde del jueves 21 de enero una llamada comunicó al Samur que se había producido un tiroteo en la calle Juan Rizi, muy cerca del hotel Puerta de Madrid, en la capital. En el interior de un coche, dos tipos albano – kosovares habían recibido una ensalada de tiros. El vehículo, un Volkswagen Golf de color gris, estaba ocupado por el conductor, un varón con la cabeza rapada, con dos balazos en el hemitórax derecho, que se encontraba en parada cardiorrespiratoria. El otro herido, de complexión más fuerte que el anterior, presentaba cuatro impactos, dos en la espalda, uno en la mandíbula y otro en el brazo. Parecían de unos 30 años. Podrían haber salido del hotel y desde luego habían sido sorprendidos por un frío asesino.
Tráfico de drogas
Todas las apariencias indican que  se trataría de una acción de la mafia albano – kosovar relacionada con el tráfico de drogas y el asalto a viviendas con el dueño dentro, que suele ser su especialidad. Lo que todavía se ignora es qué papel juegan las víctimas,  D.K, de 35 años, finalmente fallecido, y D.N., herido grave, aunque parece que saldrá de ésta. Un testigo vio al supuesto sicario, un tipo alto y esmirriado con las piernas muy largas, con el cabello oscuro, que se aproximó al vehículo parado y les mandó una rociada de balas a los dos que estaban dentro. Lo típico de un ajuste de cuentas. La forma en la que una organización mafiosa se libra de quien osa no obedecerle  o se opone a sus propósitos. Los albano – kosovares, «durmientes» desde hace meses, mueven ficha en un entorno de lujo, lo que indica resurgimiento.
Los investigadores del Índice de Seguridad Ciudadana del Departamento de Criminología de La Universidad Camilo José Cela han detectado que la criminalidad de la que apenas se nos informa es la que gana movilidad y se muestra más osada cada día: la del crimen organizado.
Este doble atentado es prácticamente la repetición de otros asesinatos llevados a cabo en diferentes puntos del país por mercenarios que se presumen búlgaros, rusos, rumanos, moldavos o albano – kosovares. Estos últimos suelen ser delincuentes muy peligrosos y profesionales, procedentes de la guerra civil de la antigua Yugoslavia, de la que aportan estrategias militares. Los criminales suelen tener una preparación perfecta, con gran conocimiento de armamento y técnicas sofisticadas, como la utilización de inhibidores de llamadas telefónicas con las que inutilizan los celulares de sus víctimas. Actúan como pequeños ejércitos.
El fallecido contra el que disparó el yerno de los joyeros Tous, Lluis Corominas, era de nacionalidad albano – kosovar y se investiga si  está implicado en el supuesto asalto a la villa de los Tous. En cualquier caso, los presuntos asaltantes de los joyeros podrían formar parte de toda una constelación de bandas  con características comunes: estructuras pequeñas de unos pocos individuos, gran movilidad, contundencia en los golpes y rápida dispersión de los componentes. En ocasiones, los asaltos y robos les producen grandes beneficios que invierten en actividades destinadas a multiplicar las ganancias: el tráfico de drogas y la prostitución. Ya en 2006, la Guardia Civil detectaba que mafias albano – kosovares dominaban distritos de Barcelona y algunas carreteras de Cataluña, donde, entre otras cosas, monopolizan el tráfico de blancas, inundando los locales de copas de prostitutas de su organización, la mayoría de mujeres de países del Este, incluida Albania.
Robos con fuerza
Los albano – kosovares de Kosovo, como el presunto yerno de los Tous, al que su familia quiso repatriar a Pristina,  la ciudad en la que nació, formaban parte de una población de cerca de dos millones de personas, donde componían casi el 90 por ciento hasta la gran escapada de los refugiados. Su idioma es distinto del serbio y de origen indoeuropeo, contemporáneo del latín. Gran parte de los albano – kosovares son musulmanes.
Uno de los grandes éxitos de la Policía  española contra este tipo de crimen organizado tuvo lugar en mayo de 2006. Dieciocho ciudadanos del Este fueron capturados como presuntos responsables  de más de setenta robos con fuerza en viviendas y chalés, es decir, de los que crean alarma social, con inquilinos en el interior. Formaban células delictivas de entre tres y seis individuos y golpeaban en Madrid, Barcelona, Cádiz, Granada y Valencia. En cada célula había un conductor especializado en evasión, un especialista en reventar cajas fuertes y otro en desactivar alarmas. El supercapo era Gabriel W., según la Policía. Todos cambiaban de alojamiento frecuentemente para evitar ser detectados. El dinero del botín lo enviaban a su país de origen. En los últimos cinco años han caído los grandes jefes de la organización mafiosa, pero la estructura ha conseguido regenerar el mando y sigue plenamente operativa.

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